Seguimos Taller, Pseudónimo TALLER II
Pseudónimo, el texto avanza muy lentamente y sigue demorándose en exceso; en mi opinión, claro.
Creo que deberían primar las frases más dinámicas y prescindir de las más introspectivas.
No conozco la obra de Alfonsina Storni, sí que he escuchado la canción dedicada a ella innumerables veces, en recitales y por otros medios. A Mercedes Sosa se la escuché siempre que la vi, y fueron muchas las ocasiones tanto en mi tierra cuando su exilio como afuera. Y también a otros cantautores del momento.
Sobre tu segunda versión, yo me permito ajustarla y reducirla a esta que te sugiero.
La vieja y el mar
Todas las tardes recorre la bahía que conoce mejor que sus manos arrugadas. La inmensidad frente a sus ojos y el sol que empieza a morir en el horizonte, le inquietan y le hacen vislumbrar su propio ocaso.
Se adentra hasta percibir el agua en las rodillas, su falda flotando al nivel de la cintura, el golpe de las olas al romper sobre sus pechos, el cosquilleo salado en la nariz, su cabello flotando sobre la cabeza, el rumor de la mar desde su entraña y la ingravidez en medio de su seno. Angustia y quietud, emociones y sentimientos en pugna y en concordia, deseos y remordimientos se alternan hasta inundarla. Al final, solo sobrevive la paz que infunde la ausencia de lo conocido, la eternidad.
Aguardo tu opinión.
Saludos.
Josep
Creo que deberían primar las frases más dinámicas y prescindir de las más introspectivas.
No conozco la obra de Alfonsina Storni, sí que he escuchado la canción dedicada a ella innumerables veces, en recitales y por otros medios. A Mercedes Sosa se la escuché siempre que la vi, y fueron muchas las ocasiones tanto en mi tierra cuando su exilio como afuera. Y también a otros cantautores del momento.
Sobre tu segunda versión, yo me permito ajustarla y reducirla a esta que te sugiero.
La vieja y el mar
Todas las tardes recorre la bahía que conoce mejor que sus manos arrugadas. La inmensidad frente a sus ojos y el sol que empieza a morir en el horizonte, le inquietan y le hacen vislumbrar su propio ocaso.
Se adentra hasta percibir el agua en las rodillas, su falda flotando al nivel de la cintura, el golpe de las olas al romper sobre sus pechos, el cosquilleo salado en la nariz, su cabello flotando sobre la cabeza, el rumor de la mar desde su entraña y la ingravidez en medio de su seno. Angustia y quietud, emociones y sentimientos en pugna y en concordia, deseos y remordimientos se alternan hasta inundarla. Al final, solo sobrevive la paz que infunde la ausencia de lo conocido, la eternidad.
Aguardo tu opinión.
Saludos.
Josep
José M. Nuévalos
21 de March de 2020 / 04:06
21 de March de 2020 / 04:06
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