El caballito de mar

Carlitos era un joven sordociego al total cuidado de su mamá; cuando se enojaba, en su agenda de berrinches, estaba el de arañar. Cierta vez en la bañera, mientras ella le lavaba el pene, él le detuvo una mano al sentir una erección ; su madre, con una sonrisa de ternura, lo masturbó, y así, en sesiones posteriores. Un día, para evitar seguir con el juego, pidió a sus amigas que le ayudaran con la cachondez del muchacho; conforme accedía una que otra voluntaria, aumentaba la cola de "bañistas" en auxilio del poni sordociego.