Adopción
Llevaba varios días enarbolando, a la vista de cualquiera que pasara frente a él, un letrero que decía. “Hermann Muntz, Fráncfort , Alemania”. Cada vez más desesperado al ver cómo su único compatriota se marchaba con sus allegados. Se sintió como cuando era pequeño y sus padres no iban a recogerlo a la escuela. O cuando, enfermo, nadie lo visitó en el hospital. Igual que en aquel entonces, nadie conocido se acercaba y él lloró en silencio ante el abandono. Hasta que una familia hispana que había venido a recibir a una tía octogenaria, se mostró interesada. Aunque nunca aprendió español, las palabras eran inconfundibles: “Ven con nosotros”. Él movió la cabeza afirmativamente. La familia se complació. “Nos llevamos al gringo”. Respiró aliviado por salir de aquel limbo. A la salida del túnel, le esperaba un recibimiento con pozole, frijoles y tortilla con mole, y no con las acostumbradas flores. En la sala de su casa, entre la basura acumulada por años, quedaba un cuerpo vacío que, ante el desinterés de vecinos o parientes, tenía dos semanas pudriéndose en un sillón.
Malvadisco
07 de October de 2019 / 15:51
07 de October de 2019 / 15:51
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