Ratón de biblioteca, v.2.0
Gracias Tomás del Rey,
Hice algunos cambios, a ver qué tal.
Revisé la expresión "cómo de que no", es popular en México, pero omití el dequeísmo. Decidí dejar la frase, pues le brinda terquedad al personaje.
También cambié el final.
Ratón de biblioteca
Don Alberto estaba seguro de que aquel libro lo tenía. No lo encuentro, joven, déjeme buscarlo bien, tuvo que decirle al comprador. Don Alberto revisó una vez más su cuadernillo de ventas, no figuraba por ningún lado. Su librería, al igual que él, envejecía. ¡Ese pinche libro debe aparecer, cómo que no! Al día siguiente lo volvió a buscar, esta vez de manera sistemática, pasillo por pasillo. Justo a la mitad olvidó su avance, ¿el lado izquierdo ya lo revisé, o empecé por el derecho?, ¡chingado! En la semana no hubo mucha clientela, así que siguió buscando. Caminaba encorvado por los pasillos, lento pero con ritmo, como en un danzón. En un rincón escuchó un ruido, se quedó quieto para oír mejor. Parecía el sonido de un roedor. Se preocupó. ¿Y si el libro que busco fue devorado?, ¿cuántos libros más faltarán? Empezó a contar, esta vez desde el ala derecha. Al final del día anotó su cuenta: 10,150 libros. Al día siguiente fueron 10 menos; al siguiente 20. O cuento mal o esos ratones son muy voraces, sonrió para sí. Cansado, se sentó en su despacho para leer la novela empezada, sin saber que era precisamente ese libro el que buscaba, alejado de los libreros, de las cuentas y de los ratones.
Hice algunos cambios, a ver qué tal.
Revisé la expresión "cómo de que no", es popular en México, pero omití el dequeísmo. Decidí dejar la frase, pues le brinda terquedad al personaje.
También cambié el final.
Ratón de biblioteca
Don Alberto estaba seguro de que aquel libro lo tenía. No lo encuentro, joven, déjeme buscarlo bien, tuvo que decirle al comprador. Don Alberto revisó una vez más su cuadernillo de ventas, no figuraba por ningún lado. Su librería, al igual que él, envejecía. ¡Ese pinche libro debe aparecer, cómo que no! Al día siguiente lo volvió a buscar, esta vez de manera sistemática, pasillo por pasillo. Justo a la mitad olvidó su avance, ¿el lado izquierdo ya lo revisé, o empecé por el derecho?, ¡chingado! En la semana no hubo mucha clientela, así que siguió buscando. Caminaba encorvado por los pasillos, lento pero con ritmo, como en un danzón. En un rincón escuchó un ruido, se quedó quieto para oír mejor. Parecía el sonido de un roedor. Se preocupó. ¿Y si el libro que busco fue devorado?, ¿cuántos libros más faltarán? Empezó a contar, esta vez desde el ala derecha. Al final del día anotó su cuenta: 10,150 libros. Al día siguiente fueron 10 menos; al siguiente 20. O cuento mal o esos ratones son muy voraces, sonrió para sí. Cansado, se sentó en su despacho para leer la novela empezada, sin saber que era precisamente ese libro el que buscaba, alejado de los libreros, de las cuentas y de los ratones.
Aleksei
11 de May de 2023 / 03:47
11 de May de 2023 / 03:47
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