Un error arqueológico
Era la sexta tablilla que tenían que pulverizar. Leonard Woolley no entendía por qué el doctor Davis los hacía eliminar la evidencia. Aquella noche tomó valor. El hombre, de bigote negro y abundante, se sirvió un vaso con whisky e invitó a Leonard a sentarse.
—Hasta ahora no hemos encontrado al maestro.
—¿Al maestro?
—Al hombre que enseñó escribir cuneiforme a todas estas mujeres. No podemos presentar al mundo información incompleta.
—No es incompleta, tenemos la prueba de que hay textos anteriores a la Epopeya de Gilgamesh ¡y lo mejor, están firmados!
—Firmados por chiquillas, el equivalente de que en cinco mil años se encontrasen un chismógrafo.
Uno de sus colegas los interrumpió.
—Doctor, encontramos al maestro.
—Lo ve, Leonard. Ahora sí que publicaremos los resultados.
La cara del doctor Davis cambió de triunfo a total desconcierto cuando vio que “el maestro” firmaba como Enheduanna.
—¿Ese es un nombre de varón? —pregunté con sorna.
El doctor continuaba pasmado. Estuvo así de tres a cinco minutos. Luego la sonrisa que se borró fue la mía cuando comenzó a destruir cada tablilla.
—¿Pero qué hace?
—¿No lo ves?, la excavación fue un fracaso.
Así fue como el mundo se perdió de la verdad. La historia nunca sabrá de las mujeres que escribieron el primer capítulo de la literatura humana. Repito su nombre para no olvidarlo: Enheduana.
Me gusta pensar que en otro universo, otra realidad, las cosas fueron diferentes.
Agradezco mucho las observaciones. Hice algunos cambios con base en las sugerencias y cambiando el final. Quedo atento.
—Hasta ahora no hemos encontrado al maestro.
—¿Al maestro?
—Al hombre que enseñó escribir cuneiforme a todas estas mujeres. No podemos presentar al mundo información incompleta.
—No es incompleta, tenemos la prueba de que hay textos anteriores a la Epopeya de Gilgamesh ¡y lo mejor, están firmados!
—Firmados por chiquillas, el equivalente de que en cinco mil años se encontrasen un chismógrafo.
Uno de sus colegas los interrumpió.
—Doctor, encontramos al maestro.
—Lo ve, Leonard. Ahora sí que publicaremos los resultados.
La cara del doctor Davis cambió de triunfo a total desconcierto cuando vio que “el maestro” firmaba como Enheduanna.
—¿Ese es un nombre de varón? —pregunté con sorna.
El doctor continuaba pasmado. Estuvo así de tres a cinco minutos. Luego la sonrisa que se borró fue la mía cuando comenzó a destruir cada tablilla.
—¿Pero qué hace?
—¿No lo ves?, la excavación fue un fracaso.
Así fue como el mundo se perdió de la verdad. La historia nunca sabrá de las mujeres que escribieron el primer capítulo de la literatura humana. Repito su nombre para no olvidarlo: Enheduana.
Me gusta pensar que en otro universo, otra realidad, las cosas fueron diferentes.
Agradezco mucho las observaciones. Hice algunos cambios con base en las sugerencias y cambiando el final. Quedo atento.
J. R. Spinoza
16 de March de 2023 / 15:47
16 de March de 2023 / 15:47
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