Sr. Tallerista por favor considerar está versión. BD.
La díalectica empedernida
Un señor caminaba enfrente de mi cuando, de pronto, se le escapó el pene por la pierna del pantalón. Él no se dio cuenta y siguió su camino ignorante de su pérdida. No supe que hacer, ¿le gritaba al hombre que regresara a recoger su miembro viril o lo pateaba yo hasta alcanzarlo y mostrarle lo que había perdido? Lo pateé, mala puntería porque reboto en una pared y le pego en la cara a un tipo que montó en cólera.
—¿De quién es esta verga? —rugió
Quise explicarle que era del señor, que en ese momento doblaba la esquina, pero no me dio tiempo de nada; recogió el pito del piso y se me quiso venir encima.
—Oiga —grito una mujer que a leguas se veía turbada —, no abuse del joven, el solo quería realizar su buena acción del día.
Él tipo se dio vuelta le enseño el miembro, que de tanto estar en su mano lucia ahora turgente, de buen tamaño y, no le voy a mentir, más ancho. La señora se persigno.
—Hay Dios de los cielos que cosa tan horrenda —decía y se echaba aire a la cara, colorada de la impresión—, quite eso de aquí, no quiero que me toque.
Él tipo peleonero se hartó de discutir, metió el enorme falo en una bolsa de plástico.
—Para el asador — dijo y se marchó a casa.
Nunca sabremos si acaso el dueño la habrá necesitado
Un señor caminaba enfrente de mi cuando, de pronto, se le escapó el pene por la pierna del pantalón. Él no se dio cuenta y siguió su camino ignorante de su pérdida. No supe que hacer, ¿le gritaba al hombre que regresara a recoger su miembro viril o lo pateaba yo hasta alcanzarlo y mostrarle lo que había perdido? Lo pateé, mala puntería porque reboto en una pared y le pego en la cara a un tipo que montó en cólera.
—¿De quién es esta verga? —rugió
Quise explicarle que era del señor, que en ese momento doblaba la esquina, pero no me dio tiempo de nada; recogió el pito del piso y se me quiso venir encima.
—Oiga —grito una mujer que a leguas se veía turbada —, no abuse del joven, el solo quería realizar su buena acción del día.
Él tipo se dio vuelta le enseño el miembro, que de tanto estar en su mano lucia ahora turgente, de buen tamaño y, no le voy a mentir, más ancho. La señora se persigno.
—Hay Dios de los cielos que cosa tan horrenda —decía y se echaba aire a la cara, colorada de la impresión—, quite eso de aquí, no quiero que me toque.
Él tipo peleonero se hartó de discutir, metió el enorme falo en una bolsa de plástico.
—Para el asador — dijo y se marchó a casa.
Nunca sabremos si acaso el dueño la habrá necesitado
Black Dot
12 de October de 2021 / 09:08
12 de October de 2021 / 09:08
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