Al comprobar que no volvería a ver, sus seres queridos lo integraron a la nueva dinámica familiar. Por su parte, sus otros sentidos se agudizaron para percibir los pasos por la casa y los juegos de sus hijos en el jardín. Podía sentir el perfume a duraznos de su mujer con tal intensidad que lo sentía deslizarse por su paladar. Pero al intentar acariciarlos solo percibía un aire caliente que se escurría entre sus dedos como el día del accidente cuando intentó salvarlos del coche en llamas.