Hola Pitágoras,

Gusto en leerte de nuevo.

Estupendo texto que nos regalas este mes. Creo que das justo en el clavo en la temática propuesta por nuestro querido amigo José Manuel Ortíz Soto: destapar la cabeza a base de golpes a la imaginación. Este era justo el tipo de cuentos que yo buscaba de niño (ya ves como queda uno tras estas lecturas, jaja).

Así que he tratado de poner a cargo del taller a mi yo niño, y desde ahí hacerte algunas sugerencias. Te propongo poner como título el nombre del planeta, que además de sonoramente musical, es el protagonista de esta historia.
También te propongo hacer un poco más cortas algunas oraciones, facilitando la lectura. Te propongo cambiar la palabra "barranco" por "borde", ya que es otro nombre importante de los cubos. En fin, agregué por ahi y por allá algunas comas. Abajo te dejo la propuesta, ya me dirás que te parece.

Un abrazo!


Turiki

En mis viajes por el universo conocí mundos extraños y misteriosos, pero ninguno tan peculiar como Turiki. Era un pequeño planeta en forma de cubo perfecto, y sus seis caras eran de un color distinto cada una. Daba vueltas en todas direcciones, para recibir la luz de un diminuto aunque muy brillante sol. Sus habitantes, también pequeños, me recibieron con mucha amabilidad y fui llevado ante su rey. Él me contó que era uno de los seis monarcas que había en el planeta, pues cada cara del cubo era un reino independiente. Fue curioso enterarme de que nunca habían visto a sus vecinos. Se comunicaban a gritos a prudente distancia de las orillas, ya que temían caerse si se acercaban demasiado a los bordes.

Estuve ahí más de cien días, que duraban como cuatro horas de las nuestras. En tan corto tiempo, ellos debían hacer lo que nosotros hacemos en veinticuatro, por lo que siempre andan de prisa y apenas se hablan entre ellos. Su vocabulario no tiene más de doscientas palabras y su alfabeto solo consta de nueve letras. Cuando les enseñé un libro y empecé a leerlo, no podían creer que hubiera cosas tan maravillosas afuera de su mundo. Tampoco se imaginaban cómo podíamos habitar un planeta redondo como la Tierra. La sola idea de vivir sobre una pelota enorme les daba risa.