De acuerdo, Daniela. Aquí va de nuevo
El rijoso y algo más, don Chicote de la Cancha
“Érase un hombre a una afición pegado, érase una afición superlativa, érase aquel que se quedaba sin saliva… “
Aqueste gentilhombre no podría tener profesión más noble que ser cronista deportivo de una televisora. Comía, vestíase y viajaba gracias al fútbol. Cual balón en el aire, su vida giraba alrededor de y merced a las patadas, en grado tal que el pobre hidalgo extravió el juicio. Convencido estaba de poder componer el mundo y conseguir que el balompié recuperase su esencia, que fuese jugado con honor y valentía, como genuinos caballeros en buena lid, con el corazón por delante, y no la bolsa o la fama.
Es pues de saber que a este sobredicho hidalgo lo conocí en un lugar de la cancha de cuyo nombre no quiero acordarme, días antes de una atrevida incursión en el Nou Camp, de donde salió huyendo, y yo detrás de él. Perseguidos por los jugadores de ambos equipos, los técnicos, el árbitro, abanderados y noventa mil fanáticos enfurecidos, salvamos el pellejo de milagro; no así la ropa, que fue quedando detrás en el camino para correr ligero y llegar indemnes a Zaragoza. Desde ahí, ocultos en una furgoneta, viajamos hasta Bilbao para embarcar, arropados por el manto del anochecer.
Una vez a salvo en Myanmar, donde dejaron de seguirnos, olvidó aquellas ideas por obra del Prozac y abrazó una nueva causa más digna: la defensa de los perseguidos musulmanes rohingyá.
Saludos
“Érase un hombre a una afición pegado, érase una afición superlativa, érase aquel que se quedaba sin saliva… “
Aqueste gentilhombre no podría tener profesión más noble que ser cronista deportivo de una televisora. Comía, vestíase y viajaba gracias al fútbol. Cual balón en el aire, su vida giraba alrededor de y merced a las patadas, en grado tal que el pobre hidalgo extravió el juicio. Convencido estaba de poder componer el mundo y conseguir que el balompié recuperase su esencia, que fuese jugado con honor y valentía, como genuinos caballeros en buena lid, con el corazón por delante, y no la bolsa o la fama.
Es pues de saber que a este sobredicho hidalgo lo conocí en un lugar de la cancha de cuyo nombre no quiero acordarme, días antes de una atrevida incursión en el Nou Camp, de donde salió huyendo, y yo detrás de él. Perseguidos por los jugadores de ambos equipos, los técnicos, el árbitro, abanderados y noventa mil fanáticos enfurecidos, salvamos el pellejo de milagro; no así la ropa, que fue quedando detrás en el camino para correr ligero y llegar indemnes a Zaragoza. Desde ahí, ocultos en una furgoneta, viajamos hasta Bilbao para embarcar, arropados por el manto del anochecer.
Una vez a salvo en Myanmar, donde dejaron de seguirnos, olvidó aquellas ideas por obra del Prozac y abrazó una nueva causa más digna: la defensa de los perseguidos musulmanes rohingyá.
Saludos
Pancho Sanza
23 de November de 2021 / 00:00
23 de November de 2021 / 00:00
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