El rijoso y algo más, don Chicote de la Cancha
> Érase un hombre a una afición pegado, érase una afición superlativa, érase aquel que vivía de la patada…
No es que le fuera mal, sino que era el cronista deportivo de una televisora. Comía, se vestía y viajaba gracias al fútbol. Como balón en el aire, su vida giraba alrededor de y gracias a las patadas, a grado tal que enloqueció. Estaba convencido de que podría componer el mundo y lograr que el balompié recuperara su esencia y fuera jugado con honor y valentía, con caballerosidad, con el corazón por delante, y no la cartera o la fama.
Lo conocí días antes de una atrevida incursión en la cancha del Nou Camp, de la que salió huyendo, y yo detrás de él, perseguidos por los jugadores de los dos equipos, los técnicos, el árbitro, abanderados y noventa mil aficionados enfurecidos. Salvamos el pellejo de milagro, no así la ropa, que se fue quedando en el camino para correr ligero y llegar ilesos a Zaragoza donde, a bordo de una furgoneta, logramos ir hasta Bilbao y embarcarnos.
Una vez a salvo en Myanmar, donde dejaron de seguirnos, olvidó aquellas ideas gracias al Prozac y abrazó una nueva causa más noble: la defensa de los perseguidos musulmanes rohingyá.
No es que le fuera mal, sino que era el cronista deportivo de una televisora. Comía, se vestía y viajaba gracias al fútbol. Como balón en el aire, su vida giraba alrededor de y gracias a las patadas, a grado tal que enloqueció. Estaba convencido de que podría componer el mundo y lograr que el balompié recuperara su esencia y fuera jugado con honor y valentía, con caballerosidad, con el corazón por delante, y no la cartera o la fama.
Lo conocí días antes de una atrevida incursión en la cancha del Nou Camp, de la que salió huyendo, y yo detrás de él, perseguidos por los jugadores de los dos equipos, los técnicos, el árbitro, abanderados y noventa mil aficionados enfurecidos. Salvamos el pellejo de milagro, no así la ropa, que se fue quedando en el camino para correr ligero y llegar ilesos a Zaragoza donde, a bordo de una furgoneta, logramos ir hasta Bilbao y embarcarnos.
Una vez a salvo en Myanmar, donde dejaron de seguirnos, olvidó aquellas ideas gracias al Prozac y abrazó una nueva causa más noble: la defensa de los perseguidos musulmanes rohingyá.
Pancho Sanza
06 de November de 2021 / 12:19
06 de November de 2021 / 12:19
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