Buenas noches, Paola.

La primera parte de la historia, hasta la entrega de la tarta, que en realidad fue un sandwich de jamón, está inspirada en hechos reales. Vivir solo, después de muchos años de matrimonio, trae sus consecuencias. El hambre no es por pobreza, sino por descuido o desorganización (el refrigerador y la despensa estaban vacíos). Aproveché esas circunstancias para tejer la trama y ligarla al cuento de Blancanieves. Después de algunos cambios que, espero resulten convincentes, queda esto:

La bruja de al lado

Desde hace unas semanas vivo solo, en una casa transformada en dos pequeños departamentos por mi casera, una mujer de edad, medio jorobada, hosca, déspota y desconfiada que vive en uno de ellos. Se queja hasta de mis estornudos y parece vigilarme día y noche. Sin saber la razón, diría que la envidia y el resentimiento son la causa de su comportamiento hostil. Todo cambió ayer cuando regresé de trabajar y del gimnasio. Con gran amabilidad me saludó, mostrando una sonrisa inusual y, diciéndose preocupada por mi salud y alimentación (he bajado de peso a últimas fechas), me entregó una generosa rebanada de tarta de manzana de aspecto delicioso, en una idílica escena que parecía sacada de un cuento de hadas. Mientras me debato en el dilema entre comerla o deshacerme de ella y el barullo de los siete duendecillos que el hambre me hace ver alrededor, no logro conciliar el sueño. Por desgracia, por estos rumbos no hay tiendas o restaurantes abiertos a esta hora, ni bellas princesas que vengan a romper el hechizo si mis sospechas resultaran ciertas.
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