… con las sábanas muy ocupadas en enredarlos y consumirlos, ambos concretaron los caprichos más osados que se concedieron. Eso, resultó mágico.

Alguna vez su amor, le dijo que cuando la muerte lo venga a invitar, eche mano a la usina de las fantasías. Esa expresión surgió de entre los incendios que los amarraba.

Ahora se mantiene ocupado redactando sus memorias eróticas, simulando ser un cronista de ficciones que hace arder las páginas con sus textos.
La soledad le deja recordar detalles, que están ocultos en los pliegues de su piel. Y con sagaz pluma la trae todo el tiempo, nuevamente a sus brazos, recreando aquellos afiebrados encuentros.

Lo hace para no dejarse conquistar por la dama de negro, que le anda coqueteando cada vez con más insistencia.