Su esposa le dijo que cuando la muerte le ande coqueteando, eche mano a la usina de las fantasías. Esa frase se la dijo cuando eran jóvenes aún.
Llegaron a envejecer juntos, con las sábanas muy ocupadas en enredarlos y soltarlos; hasta su partida final.
Siempre agradece haber concretado los caprichos de ambos, durante el trayecto. Eso resultó muy entretenido.
Ahora se mantiene ocupado redactando sus memorias eróticas, simulando ser un cronista de ficciones que incendia las páginas con sus textos.

La soledad le deja recordar detalles, que están ocultos en los pliegues de su piel. Y con sagaz pluma trata de traerla todo el tiempo, nuevamente a sus brazos.

Lo hace para no dejarse conquistar por la dama de negro, como ella le recomendó.