Respuesta al comentario
Buen día, Paola
Es un gusto hacer taller contigo por primera ocasión. Bienvenida.
Gracias por tu comentario. Este personaje de Pepe Le Pew tiende a ser muy descriptivo y tiene la mala costumbre de abusar de los adjetivos en su afán perfeccionista y veo que lo notaste de entrada. Gracias. Aquí va una nueva versión menos churrigueresca que toma en consideración tus observaciones y sugerencias. A ver qué te parece:
A Lady Sommerville, fina dama de linaje victoriano, la sola idea de que exista vida inteligente en otros sitios del universo le parece absurda por ser contraria a las buenas costumbres. Desde su óptica es pavorosa. Está segura de que El creador jamás permitiría que gente tan distinguida como ella pudiera mezclarse con una chusma de antropoides, con bichos deformes o viscosos y otras abominaciones, aunque fueran creyentes y devotos, asunto que pone en duda. A menos –claro está– que existiesen cielos de segunda y tercera clase, tal como corresponde a un Dios visionario y justo, acorde con la moral de una sociedad tan desarrollada como en la que se desenvuelve. Mientras reflexiona sobre el tema, chasquea los dedos, el vehículo se detiene y dos lacayos se apean para abrirle la puerta. Tras una discreta señal, se tienden sobre el charco que arruinaría sus zapatos.
Saludos
Es un gusto hacer taller contigo por primera ocasión. Bienvenida.
Gracias por tu comentario. Este personaje de Pepe Le Pew tiende a ser muy descriptivo y tiene la mala costumbre de abusar de los adjetivos en su afán perfeccionista y veo que lo notaste de entrada. Gracias. Aquí va una nueva versión menos churrigueresca que toma en consideración tus observaciones y sugerencias. A ver qué te parece:
A Lady Sommerville, fina dama de linaje victoriano, la sola idea de que exista vida inteligente en otros sitios del universo le parece absurda por ser contraria a las buenas costumbres. Desde su óptica es pavorosa. Está segura de que El creador jamás permitiría que gente tan distinguida como ella pudiera mezclarse con una chusma de antropoides, con bichos deformes o viscosos y otras abominaciones, aunque fueran creyentes y devotos, asunto que pone en duda. A menos –claro está– que existiesen cielos de segunda y tercera clase, tal como corresponde a un Dios visionario y justo, acorde con la moral de una sociedad tan desarrollada como en la que se desenvuelve. Mientras reflexiona sobre el tema, chasquea los dedos, el vehículo se detiene y dos lacayos se apean para abrirle la puerta. Tras una discreta señal, se tienden sobre el charco que arruinaría sus zapatos.
Saludos
Pepe Le Pew
26 de November de 2020 / 14:22
26 de November de 2020 / 14:22
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