HAGAN JUEGO, SEÑORES... PORRA DE AGOSTO (Por favor, debajo de esta entrada).
RECOPILACIÓN DE AGOSTO 2017
Jurado del mes: Fredy Yezzed
Tema: Mitos eróticos.
Día 1. Tallerista: Elisa de Armas
“Primeros indicios de la tercerización", de Tiempos modernos
Para liberar a su esposo Hefesto del agobio de las obligaciones cotidianas, la comprensiva Afrodita decidió contratar los servicios de terceros. Comenzó por reemplazarlo en el pesado yugo de mantener sexo.
"Canonización", de Black dot
El cíclope, erguido y tenso, se alzaba majestuoso ante sus ojos. Ella olvidó su recato y le permitió horadar sus defensas. “Divino, eres divino”, gritaba sacudida por un placer que la transportaba al paraíso.
Día 2. Tallerista: José Luis Velarde
“Inspiración”, de Black dot
Penélope, contempla la piel bronceada por el sol del Egeo; las nalgas duras; los brazos poderosos. Se acerca a la cama. Besa una pantorrilla primero, lame un muslo después. Disfruta el sabor del amante en reposo. Lleva los dedos al monte de Afrodita y se regala húmedas y concéntricas caricias al tiempo que sus ojos admiran al cíclope, que yace quieto, entre las piernas de Ulises.
“La manzana de Edén”, por Gata Blues
Cuando Eva emergió de la costilla de Adán la serpiente no estaba ahí, era un apéndice erecto que germinó en gusano, símbolo fértil del amor que se profesaban.
Día 3. Tallerista: Juan Manuel Montes
DESIERTO.
Día 4. Tallerista: Marcial Fernández
"A tergo", por Black Dot
Extasiada en la culminación de un orgasmo cósmico, Helena se sorprendió. Paris, que era troyano, la colocó boca abajo y, cual si fuese ella un garzón, entro con falo firme y por la retaguardia a la usanza griega.
Día 5. Tallerista: Víctor Antero Flores
No se presentaron minificciones
Día 6: Tallerista: Daniela Truman
"Venus Calipigia", de Taras vulva
Siendo agalmatofílico, como demuestra mi certificado, entenderá de mi pasión por el arte, por eso y estando en Nápoles no pude evitar una visita al Museo Arqueológico.
Estaba casi vacío, el vigilante sentado, dormitaba apoyado en la pared, el calor del verano y la visión de tantos cuerpos desnudos marmóreos, donde se reflejaban los rayos rojizos del sol que entraban a través de las persianas, me puso en estado de excitación, me desnudé y como un Príapo locuelo, fui saltando de un grupo escultórico a otro. Di por culo, metafóricamente hablando a un Hércules musculado, me situé entre las tres Gracias y me hice un selfie y luego le metí el pito en la boca a una Bacante.
Me volví y al otro lado de la sala estaba ella, sola, de espaldas pero me miraba a mí, tenía el peplo recogido dejando sus nalgas, prodigiosas, al descubierto. Me acerqué y besé su culo, el culo de la Venus Calipigia más maravilloso que hubiera contemplado.
Me subí al pedestal y besándola en la boca mientras la abrazaba, apoyé mi miembro entre sus nalgas y mis secreciones lustraron el frío mármol pudiendo entonces moverme arriba y abajo. Mi deseo creció y embestía cada vez con más fuerza, tanta, que al correrme, caímos los dos, ella rota y yo mojado y al estropicio que se formó acudió el guardián adormilado y un grupo de niñas de colegio con su profesora.
Espero que sepa perdonarme, Señoría.
"Satanás", de Enigmática
Cada vez que culmino en éxtasis pierdo votos de castidad. Lo mio con Luci es aparte de mis intereses con Dios.
"De piedra" de Black dot
Kostas acaricia la estatua de Afrodita. Al tacto, su textura se siente fría y áspera. El mortal hace una reverencia. Lleva su cabeza hasta el piso para besar los pies de la divinidad mientras ruega por una buena mujer. Después se marcha lentamente del templo. La diosa lo ve partir y maldice el hecho de que los besos no pasaran de los pies.
Día 7. Tallerista: Carlos de Bella (Sapo)
DESIERTO
Día 8. Tallerista: Lola Díaz-Ambrona
No se presentaron minificciones.
Día 9. Tallerista: Lucía Casas Rey
"Pasión", de Rospo
Se atraían mutuamente cual polos opuestos, pero algunas cosas los separaban. Ella lucía cruz de plata al cuello y él era agnóstico. Ella amaba cocinar platos condimentados con ajo y a él estos le producían un asco irrefrenable. Pero la pasión de uno por el otro lograría derribar fronteras. Así un día ella arrojó lejos de sí la cruz bendita y junto con aquella la ristra de ajos. Él fascinado y dulce a la vez que pasional, la abrazó y mordió su yugular.
Día 10. Tallerista: Dakiny
“Mitos”, de Aarón
La extinción de su especie acredita que lo escrito en las tablillas de cera exaltando la potencia sexual del Centauro, se contradice con el más somero análisis científico.
La mitad más humana, descarga la responsabilidad del fracaso procreador sobre los lomos del hemisferio equino. Desde los cuartos traseros, la otra mitad del noble bruto alega, que la culpa de todo comenzó por pequeños problemas de origen psicosomático en el cerebro racional del varón.
Día 11. Tallerista: Carlos Bortoni
"Caballerosidad", por Malvadisco
Zeus era el alma de la fiesta. Se transformaba en cisne, águila o toro a petición del público femenino. Enfurecida por los celos, Hera no se dio cuenta de aquel pene titánico que le sujetó una pierna y la arrojó contra el suelo. Estimulado por el ambiente de lujuria y desenfreno de la fiesta, Príapo había sufrido una erección desencadenada de inhibiciones que lo urgió a violar a Hera frente al mismo Zeus que, borracho y excitado, se concentraba en sus conquistas. El falo ascendía bajo la toga de la deidad que se sujetó de la cola de un burro en busca de ayuda. El borrico dio tal coz al tenso miembro que al instante se replegó, adolorido y flácido, hacia su propio pubis. En agradecimiento, Hera le concedió el don a su salvador que, hasta entonces no era muy dotado, de poseer el más reconocido falo entre hombres y animales.
"Deyanira", de Black dot
El viento se cuela por las ventanas para pasear por su cuerpo. Se le enreda en las piernas, le lame los muslos, le acaricia el pubis, besa el ombligo y trepa hasta sus pechos, donde roza los dorados pezones. En el sueño, Deyanira, sabe que es Neso y no el aire quien ocasiona que su sexo se humedezca, quien la conduce al éxtasis. Musita el nombre del centauro mientras saborea un orgasmo onírico. Heracles yace despierto, la oye llamar al otro llena de placer. Se envuelve en la vestidura del centauro para tratar de poseerla, pero la pasión que lo inflama también enciende las llamas que terminan con sus vidas.
"Pecado original", de Proserpina
Es por obseso que viola a púberes y monjas, por la atracción, fatal que siente por su madre inmaculada, que lo trajo al mundo por gracia y obra del espíritu santo.
Día 12. Tallerista: José T. Espinosa-Jácome
"Desayuno astral", de Malvadisco
Yacente en el lecho, Leda fraguaba cómo anunciar a Zeus –quien entre las sombras nocturnas la gozó en la figura metamórfica de cisne–, que sería padre en un futuro cercano.
Por la mañana –en su carácter divino– se valió de su omnipotencia para preparar a base de centellas un plato de su propia invención Al probarlo, Leda salió de su letargo orgásmico sólo para vomitar una nebulosa de gametos estrellados.
Día 13. Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno
"Ceremonial", de Black dot
Cuando el fuego se levanta a buena altura, la pitonisa comienza a bailar. Sus brazos y manos se alzan sobre la cabeza serpenteando como llamas, sus pechos desnudos se mueven al ritmo del tum tum de los timbales. Los muslos bronceados empiezan a salir de entre las aperturas de la falda rasgada. Sus pies avanzan, retroceden y vuelven a avanzar. Todo su cuerpo, en un movimiento sensual, poseído por el calor de la hoguera. Las otras sacerdotisas caminan alrededor del círculo de hombres que observan sentados a la que danza. Sirven más vino hasta que los varones comienzan a desnudarse. Los cuerpos sobre la arena, enfrascados en la copula, se iluminan con las llamaradas. Solo Afrodita escucha cuando, en medio del orgasmo general, el sonido de los tambores es suplantado por el del éxtasis en todo su esplendor.
"Máxima discreción" de Homless
Los marineros suelen acudir a la isla de las sirenas alegres para aliviar sus instintos primarios. Las prestaciones, eso sí, resultan exquisitas. Solo se permite el acceso si previamente has dejado clavado tu arpón en la orilla, lo que evita ciertas prácticas que no están bien vistas por allí. El servicio se paga por olas.
Día 14. Tallerista: Mónica Brasca
“Compatibles”, de Rospo
Convencido de que iba a obtener la mejor película XXX, el productor arriesgó su fortuna para contratar a la bella y exuberante Marilyn y al actor más guapo y mejor dotado de Hollywood, Rock Hudson. Los rodeó con la mejor escenografía y la luz adecuada. El resultado fue pura actuación, estéticamente hermoso, sin una gota de erotismo. Furioso, abandonó el set, pero nadie se ocupó de apagar la cámara. Allí se registró entonces la verdadera acción: él aullaba montando al sonidista y ella junto a la maquilladora, alcanzaban orgasmos al unísono.
“Despertar en el paraíso”, de Ángel Azul
Cuando traté de levantarme sentí un fuerte dolor en ambos costados. Me tenté con la esperanza de haber sido bendecido no con una, sino con dos Evas. "Estate quieto, ya viene la ambulancia. Y mi marido ya se fue", silbó una voz como de serpiente a mi lado.
“Hierba medicinal”, de Malvadisco
Kurupí desenrolla el falo de su cintura y se dirige a cazar a la ninfa del bosque. La dríada se ríe de su cuerpo velludo y de sus patas invertidas y se sube a un árbol para evitar ser atrapada. Aunque de pene flexible y largo, el cuerpo forjado en una sola pieza le impide al engendro ascender por el tronco. La punta del miembro solo alcanza a tocar un el sonrosado piececillo que se repliega ante el toque viscoso. Avergonzado, huye y no se sabe de él hasta que, a la mañana siguiente, aparece muerto. Conmovida al verlo colgado de una rama con varias vueltas del pene alrededor de la garganta, la ninfa lo transforma en un bejuco que, hasta el día de hoy, los hombres usan para tratar sus deficiencias eréctiles.
“Huella divina”, de Perseidas
Convencidos de que el primer amor marca para siempre a la mujer, los habitantes de Céfiros rivalizan en ofrecer a Dánae joyas y objetos labrados en el oro más fino. Muchos, desde el tirano Policdetes hasta algún humilde pastor, se vanaglorian de haberla seducido. Mas lo cierto es que ella solo goza del sexo cuando, desnuda sobre el suelo de la azotea, introduce su mano entre las piernas y separa con delicadeza los labios para que la lluvia la penetre hasta lo más profundo.
Por temor a herir el orgullo de Zeus y desencadenar su venganza, la hermosa Dánae guarda su afición en el mayor secreto. Nadie debe saber que no es el aguacero violento, sembrador de truenos, el que la hace estremecerse hasta desfallecer, sino ese calabobos manso y menudo que los astures llaman orvallo.
“C´est fini”, de Taras Vulva
Al pasar la mano por la hornacina, Tiberio tira al suelo las figurillas de terracota de Lares, Manes y Penates, que se hacen añicos. Recoge la única indemne, un Príapo de bronce. Le recuerda las orgías de sexo, dolor y sangre con esclavas y jovencitos, en las que era incansable. Ahora solo confía en el único Dios que puede salvarlo, cuyo descomunal falo acaricia bajo su manto, mientras sestea en el jardín de la villa de Capri.
Día 15. Tallerista invitado: Sergio Patiño
"Menuda Odisea", de Taras Vulva
El barco se acerca a las islas rocosas y Ulises canta muy mal, no puede usar su voz como Orfeo para acallar las melodías de las sirenas. Desea escucharlas, así que ordena ser atado al mástil y que sus tripulantes usen tapones de cera.
Atardece cuando un sonido suave camina sobre la niebla y trepa a la embarcación, se extiende por la cubierta y se enreda en las piernas de Ulises provocándole una erección. Está fuertemente atado y, aunque lucha, no consigue liberarse. Levanta la mirada al cielo enrojecido y entrevé a unos seres que, con elegancia alada, descienden hasta él. Son aves grandes con el rostro y el torso de mujer, los senos desnudos y el pelo largo, de gran belleza.
Al momento dos sirenas le mordisquean los pezones mientras una tercera le ha arrancado el taparrabos con los dientes y lame su virilidad, lo excita, se la introduce en la boca. Detrás, un coro seduce al compás. Ulises está a punto de explotar –con esto no contaba–, igual que sus guerreros, los remos hacia arriba, dale que dale al manubrio.
Las ánforas de vino se vacían y la orgía continúa, menuda odisea. Penélope, mientras, teje.
Día 16: Tallerista: Josep M. Nuévalos
"Prueba sorpresa", de Rayuela
Cuentan que en el vigésimo año de tensa espera, Penélope en verdad deseaba elegir nuevo esposo entre la multitud de jóvenes pretendientes que acostumbraban holgazanear en los jardines del palacio. La camaradería entre ellos crecía al ritmo de sus barrigas, mientras disfrutaban de exquisitos banquetes regados por el copioso vino de las tinajas. La bella entre las mujeres solía contemplarlos de lejos, indecisa, hasta que un día se acercó para evaluarlos con más detenimiento. Se supo que ninguno alcanzó con honores las expectativas de Penélope cuando los hizo poner en fila y les ordenó: “¡Alzad vuestras túnicas!”.
Día 17. Tallerista: El águila descalza
"Después del placer", de Black Dot
Sentada en el columpio, sus pies descalzos apenas tocan la grama, rozan el plumaje del ánade, y ella se estremece con el solo contacto. Abre las piernas y, con el cuello, el animal le comienza a acariciar los muslos. Avanza hasta llegar al sexo de la doncella que cierra los ojos y se abandona en el placer que estremece su cuerpo y le roba la razón. Leda, con el dulce sabor del orgasmo todavía en la boca, se descubre húmeda, jadeante, sorprendida al abrir los ojos y ver al ganso, tendido en el pasto, fumando un cigarrillo.
"La vaca de Pasífae", de Eneas
Mugidos lastimeros cubren las planicies de Troya devastada: del caballo colosal no quedan más que las cenizas de su madera.
Día 18. Tallerista: Carmen Simón
“Apostolado regio”, por Rudolf
La espera ha merecido la pena. El que ha vuelto no es aquel amante impaciente y desmañado que partió hacia Troya. Ahora, tal si una diosa tuviese el poder de transformarlo, Odiseo se desliza en el lecho de Penélope con sigilo felino y una lengua de can anhelante, que llena cada uno de los huecos de su cuerpo. A veces, la convierte en una diosa impúdica, sabia en conceder al amante mil caprichos secretos aprendidos durante largos años; otras, la trata con la ternura que los hombres experimentados regalan a las vírgenes. Creed que a ella no le importa que, en el delirio, la llame con nombres extraños: Circe, Calipso, Nausícaa. ¿Acaso caben en un corazón noble los celos o el despecho? Cierto es que aprovecha las ausencias del marido para entregarse, desvergonzada, no solo a sus antiguos pretendientes, sino también a campesinos, marineros y pastores. Pero no anida en ella más deseo que el de transmitir a todos y cada uno de sus súbditos varones la nueva sabiduría. Es, sin duda, la contribución de la reina a la mayor felicidad de las itacenses.
Día 19. Tallerista: Fernando Pérez-Cárdenas
DESIERTO
Día 20. Tallerista: Lola Díaz-Tequila
"Sirenas aladas", por Malvadisco.
En su afán por rearmar el cuerpo desmembrado de su esposo, la sufrida Isis recuperó los trozos arrojados a las fecundas aguas del río Nilo. Para su disgusto, no halló el falo que se había tragado el pez oxirrinco. Aunque le reimplantaron un miembro de oro, no gozaba de la vitalidad de antaño y la diosa debía valerse de la boca para conseguir una erección que se deshacía como azúcar en cuanto tocaba lo húmedo de su vientre. Por eso, durante las noches, descendía al Nilo en busca del pez portador del placer. De esos encuentros acuáticos, la diosa concibió a esos seres que heredaron su plumaje impermeable y el gusto por surcar las aguas del padre.
"Sismo", por Rudolf.
El joven Xanto, de rubios cabellos, deseaba alcanzar la inmortalidad de los dioses. Valiéndose de su belleza y de su verga poderosa alcanzó la morada de las Moiras, quienes, al contemplar el hermoso cuerpo lleno de vigor, olvidaron su virtud de siglos. Negoció el muchacho y acordó con ellas que, si lograba satisfacerlas a las tres, jamás le cortarían el hilo de la vida. Se inició el cumplimiento del trato con Átropos, la inevitable, en cuyo cuerpo sarmentoso brotaron los jugos de la lejana juventud. Enloquecida de placer y de celos no pudo soportar la idea de que Xantos yaciera con sus hermanas y, atada por su promesa, usó las tijeras para arrebatarle la virilidad.
El cosmos vibró no por los alaridos de dolor del muchacho —conocido desde entonces como "el inmortal castrado"—, sino por los de rabia de Cloto y Laquesis, al verse privadas para siempre de gozarlo.
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Jurado del mes: Fredy Yezzed
Tema: Mitos eróticos.
Día 1. Tallerista: Elisa de Armas
“Primeros indicios de la tercerización", de Tiempos modernos
Para liberar a su esposo Hefesto del agobio de las obligaciones cotidianas, la comprensiva Afrodita decidió contratar los servicios de terceros. Comenzó por reemplazarlo en el pesado yugo de mantener sexo.
"Canonización", de Black dot
El cíclope, erguido y tenso, se alzaba majestuoso ante sus ojos. Ella olvidó su recato y le permitió horadar sus defensas. “Divino, eres divino”, gritaba sacudida por un placer que la transportaba al paraíso.
Día 2. Tallerista: José Luis Velarde
“Inspiración”, de Black dot
Penélope, contempla la piel bronceada por el sol del Egeo; las nalgas duras; los brazos poderosos. Se acerca a la cama. Besa una pantorrilla primero, lame un muslo después. Disfruta el sabor del amante en reposo. Lleva los dedos al monte de Afrodita y se regala húmedas y concéntricas caricias al tiempo que sus ojos admiran al cíclope, que yace quieto, entre las piernas de Ulises.
“La manzana de Edén”, por Gata Blues
Cuando Eva emergió de la costilla de Adán la serpiente no estaba ahí, era un apéndice erecto que germinó en gusano, símbolo fértil del amor que se profesaban.
Día 3. Tallerista: Juan Manuel Montes
DESIERTO.
Día 4. Tallerista: Marcial Fernández
"A tergo", por Black Dot
Extasiada en la culminación de un orgasmo cósmico, Helena se sorprendió. Paris, que era troyano, la colocó boca abajo y, cual si fuese ella un garzón, entro con falo firme y por la retaguardia a la usanza griega.
Día 5. Tallerista: Víctor Antero Flores
No se presentaron minificciones
Día 6: Tallerista: Daniela Truman
"Venus Calipigia", de Taras vulva
Siendo agalmatofílico, como demuestra mi certificado, entenderá de mi pasión por el arte, por eso y estando en Nápoles no pude evitar una visita al Museo Arqueológico.
Estaba casi vacío, el vigilante sentado, dormitaba apoyado en la pared, el calor del verano y la visión de tantos cuerpos desnudos marmóreos, donde se reflejaban los rayos rojizos del sol que entraban a través de las persianas, me puso en estado de excitación, me desnudé y como un Príapo locuelo, fui saltando de un grupo escultórico a otro. Di por culo, metafóricamente hablando a un Hércules musculado, me situé entre las tres Gracias y me hice un selfie y luego le metí el pito en la boca a una Bacante.
Me volví y al otro lado de la sala estaba ella, sola, de espaldas pero me miraba a mí, tenía el peplo recogido dejando sus nalgas, prodigiosas, al descubierto. Me acerqué y besé su culo, el culo de la Venus Calipigia más maravilloso que hubiera contemplado.
Me subí al pedestal y besándola en la boca mientras la abrazaba, apoyé mi miembro entre sus nalgas y mis secreciones lustraron el frío mármol pudiendo entonces moverme arriba y abajo. Mi deseo creció y embestía cada vez con más fuerza, tanta, que al correrme, caímos los dos, ella rota y yo mojado y al estropicio que se formó acudió el guardián adormilado y un grupo de niñas de colegio con su profesora.
Espero que sepa perdonarme, Señoría.
"Satanás", de Enigmática
Cada vez que culmino en éxtasis pierdo votos de castidad. Lo mio con Luci es aparte de mis intereses con Dios.
"De piedra" de Black dot
Kostas acaricia la estatua de Afrodita. Al tacto, su textura se siente fría y áspera. El mortal hace una reverencia. Lleva su cabeza hasta el piso para besar los pies de la divinidad mientras ruega por una buena mujer. Después se marcha lentamente del templo. La diosa lo ve partir y maldice el hecho de que los besos no pasaran de los pies.
Día 7. Tallerista: Carlos de Bella (Sapo)
DESIERTO
Día 8. Tallerista: Lola Díaz-Ambrona
No se presentaron minificciones.
Día 9. Tallerista: Lucía Casas Rey
"Pasión", de Rospo
Se atraían mutuamente cual polos opuestos, pero algunas cosas los separaban. Ella lucía cruz de plata al cuello y él era agnóstico. Ella amaba cocinar platos condimentados con ajo y a él estos le producían un asco irrefrenable. Pero la pasión de uno por el otro lograría derribar fronteras. Así un día ella arrojó lejos de sí la cruz bendita y junto con aquella la ristra de ajos. Él fascinado y dulce a la vez que pasional, la abrazó y mordió su yugular.
Día 10. Tallerista: Dakiny
“Mitos”, de Aarón
La extinción de su especie acredita que lo escrito en las tablillas de cera exaltando la potencia sexual del Centauro, se contradice con el más somero análisis científico.
La mitad más humana, descarga la responsabilidad del fracaso procreador sobre los lomos del hemisferio equino. Desde los cuartos traseros, la otra mitad del noble bruto alega, que la culpa de todo comenzó por pequeños problemas de origen psicosomático en el cerebro racional del varón.
Día 11. Tallerista: Carlos Bortoni
"Caballerosidad", por Malvadisco
Zeus era el alma de la fiesta. Se transformaba en cisne, águila o toro a petición del público femenino. Enfurecida por los celos, Hera no se dio cuenta de aquel pene titánico que le sujetó una pierna y la arrojó contra el suelo. Estimulado por el ambiente de lujuria y desenfreno de la fiesta, Príapo había sufrido una erección desencadenada de inhibiciones que lo urgió a violar a Hera frente al mismo Zeus que, borracho y excitado, se concentraba en sus conquistas. El falo ascendía bajo la toga de la deidad que se sujetó de la cola de un burro en busca de ayuda. El borrico dio tal coz al tenso miembro que al instante se replegó, adolorido y flácido, hacia su propio pubis. En agradecimiento, Hera le concedió el don a su salvador que, hasta entonces no era muy dotado, de poseer el más reconocido falo entre hombres y animales.
"Deyanira", de Black dot
El viento se cuela por las ventanas para pasear por su cuerpo. Se le enreda en las piernas, le lame los muslos, le acaricia el pubis, besa el ombligo y trepa hasta sus pechos, donde roza los dorados pezones. En el sueño, Deyanira, sabe que es Neso y no el aire quien ocasiona que su sexo se humedezca, quien la conduce al éxtasis. Musita el nombre del centauro mientras saborea un orgasmo onírico. Heracles yace despierto, la oye llamar al otro llena de placer. Se envuelve en la vestidura del centauro para tratar de poseerla, pero la pasión que lo inflama también enciende las llamas que terminan con sus vidas.
"Pecado original", de Proserpina
Es por obseso que viola a púberes y monjas, por la atracción, fatal que siente por su madre inmaculada, que lo trajo al mundo por gracia y obra del espíritu santo.
Día 12. Tallerista: José T. Espinosa-Jácome
"Desayuno astral", de Malvadisco
Yacente en el lecho, Leda fraguaba cómo anunciar a Zeus –quien entre las sombras nocturnas la gozó en la figura metamórfica de cisne–, que sería padre en un futuro cercano.
Por la mañana –en su carácter divino– se valió de su omnipotencia para preparar a base de centellas un plato de su propia invención Al probarlo, Leda salió de su letargo orgásmico sólo para vomitar una nebulosa de gametos estrellados.
Día 13. Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno
"Ceremonial", de Black dot
Cuando el fuego se levanta a buena altura, la pitonisa comienza a bailar. Sus brazos y manos se alzan sobre la cabeza serpenteando como llamas, sus pechos desnudos se mueven al ritmo del tum tum de los timbales. Los muslos bronceados empiezan a salir de entre las aperturas de la falda rasgada. Sus pies avanzan, retroceden y vuelven a avanzar. Todo su cuerpo, en un movimiento sensual, poseído por el calor de la hoguera. Las otras sacerdotisas caminan alrededor del círculo de hombres que observan sentados a la que danza. Sirven más vino hasta que los varones comienzan a desnudarse. Los cuerpos sobre la arena, enfrascados en la copula, se iluminan con las llamaradas. Solo Afrodita escucha cuando, en medio del orgasmo general, el sonido de los tambores es suplantado por el del éxtasis en todo su esplendor.
"Máxima discreción" de Homless
Los marineros suelen acudir a la isla de las sirenas alegres para aliviar sus instintos primarios. Las prestaciones, eso sí, resultan exquisitas. Solo se permite el acceso si previamente has dejado clavado tu arpón en la orilla, lo que evita ciertas prácticas que no están bien vistas por allí. El servicio se paga por olas.
Día 14. Tallerista: Mónica Brasca
“Compatibles”, de Rospo
Convencido de que iba a obtener la mejor película XXX, el productor arriesgó su fortuna para contratar a la bella y exuberante Marilyn y al actor más guapo y mejor dotado de Hollywood, Rock Hudson. Los rodeó con la mejor escenografía y la luz adecuada. El resultado fue pura actuación, estéticamente hermoso, sin una gota de erotismo. Furioso, abandonó el set, pero nadie se ocupó de apagar la cámara. Allí se registró entonces la verdadera acción: él aullaba montando al sonidista y ella junto a la maquilladora, alcanzaban orgasmos al unísono.
“Despertar en el paraíso”, de Ángel Azul
Cuando traté de levantarme sentí un fuerte dolor en ambos costados. Me tenté con la esperanza de haber sido bendecido no con una, sino con dos Evas. "Estate quieto, ya viene la ambulancia. Y mi marido ya se fue", silbó una voz como de serpiente a mi lado.
“Hierba medicinal”, de Malvadisco
Kurupí desenrolla el falo de su cintura y se dirige a cazar a la ninfa del bosque. La dríada se ríe de su cuerpo velludo y de sus patas invertidas y se sube a un árbol para evitar ser atrapada. Aunque de pene flexible y largo, el cuerpo forjado en una sola pieza le impide al engendro ascender por el tronco. La punta del miembro solo alcanza a tocar un el sonrosado piececillo que se repliega ante el toque viscoso. Avergonzado, huye y no se sabe de él hasta que, a la mañana siguiente, aparece muerto. Conmovida al verlo colgado de una rama con varias vueltas del pene alrededor de la garganta, la ninfa lo transforma en un bejuco que, hasta el día de hoy, los hombres usan para tratar sus deficiencias eréctiles.
“Huella divina”, de Perseidas
Convencidos de que el primer amor marca para siempre a la mujer, los habitantes de Céfiros rivalizan en ofrecer a Dánae joyas y objetos labrados en el oro más fino. Muchos, desde el tirano Policdetes hasta algún humilde pastor, se vanaglorian de haberla seducido. Mas lo cierto es que ella solo goza del sexo cuando, desnuda sobre el suelo de la azotea, introduce su mano entre las piernas y separa con delicadeza los labios para que la lluvia la penetre hasta lo más profundo.
Por temor a herir el orgullo de Zeus y desencadenar su venganza, la hermosa Dánae guarda su afición en el mayor secreto. Nadie debe saber que no es el aguacero violento, sembrador de truenos, el que la hace estremecerse hasta desfallecer, sino ese calabobos manso y menudo que los astures llaman orvallo.
“C´est fini”, de Taras Vulva
Al pasar la mano por la hornacina, Tiberio tira al suelo las figurillas de terracota de Lares, Manes y Penates, que se hacen añicos. Recoge la única indemne, un Príapo de bronce. Le recuerda las orgías de sexo, dolor y sangre con esclavas y jovencitos, en las que era incansable. Ahora solo confía en el único Dios que puede salvarlo, cuyo descomunal falo acaricia bajo su manto, mientras sestea en el jardín de la villa de Capri.
Día 15. Tallerista invitado: Sergio Patiño
"Menuda Odisea", de Taras Vulva
El barco se acerca a las islas rocosas y Ulises canta muy mal, no puede usar su voz como Orfeo para acallar las melodías de las sirenas. Desea escucharlas, así que ordena ser atado al mástil y que sus tripulantes usen tapones de cera.
Atardece cuando un sonido suave camina sobre la niebla y trepa a la embarcación, se extiende por la cubierta y se enreda en las piernas de Ulises provocándole una erección. Está fuertemente atado y, aunque lucha, no consigue liberarse. Levanta la mirada al cielo enrojecido y entrevé a unos seres que, con elegancia alada, descienden hasta él. Son aves grandes con el rostro y el torso de mujer, los senos desnudos y el pelo largo, de gran belleza.
Al momento dos sirenas le mordisquean los pezones mientras una tercera le ha arrancado el taparrabos con los dientes y lame su virilidad, lo excita, se la introduce en la boca. Detrás, un coro seduce al compás. Ulises está a punto de explotar –con esto no contaba–, igual que sus guerreros, los remos hacia arriba, dale que dale al manubrio.
Las ánforas de vino se vacían y la orgía continúa, menuda odisea. Penélope, mientras, teje.
Día 16: Tallerista: Josep M. Nuévalos
"Prueba sorpresa", de Rayuela
Cuentan que en el vigésimo año de tensa espera, Penélope en verdad deseaba elegir nuevo esposo entre la multitud de jóvenes pretendientes que acostumbraban holgazanear en los jardines del palacio. La camaradería entre ellos crecía al ritmo de sus barrigas, mientras disfrutaban de exquisitos banquetes regados por el copioso vino de las tinajas. La bella entre las mujeres solía contemplarlos de lejos, indecisa, hasta que un día se acercó para evaluarlos con más detenimiento. Se supo que ninguno alcanzó con honores las expectativas de Penélope cuando los hizo poner en fila y les ordenó: “¡Alzad vuestras túnicas!”.
Día 17. Tallerista: El águila descalza
"Después del placer", de Black Dot
Sentada en el columpio, sus pies descalzos apenas tocan la grama, rozan el plumaje del ánade, y ella se estremece con el solo contacto. Abre las piernas y, con el cuello, el animal le comienza a acariciar los muslos. Avanza hasta llegar al sexo de la doncella que cierra los ojos y se abandona en el placer que estremece su cuerpo y le roba la razón. Leda, con el dulce sabor del orgasmo todavía en la boca, se descubre húmeda, jadeante, sorprendida al abrir los ojos y ver al ganso, tendido en el pasto, fumando un cigarrillo.
"La vaca de Pasífae", de Eneas
Mugidos lastimeros cubren las planicies de Troya devastada: del caballo colosal no quedan más que las cenizas de su madera.
Día 18. Tallerista: Carmen Simón
“Apostolado regio”, por Rudolf
La espera ha merecido la pena. El que ha vuelto no es aquel amante impaciente y desmañado que partió hacia Troya. Ahora, tal si una diosa tuviese el poder de transformarlo, Odiseo se desliza en el lecho de Penélope con sigilo felino y una lengua de can anhelante, que llena cada uno de los huecos de su cuerpo. A veces, la convierte en una diosa impúdica, sabia en conceder al amante mil caprichos secretos aprendidos durante largos años; otras, la trata con la ternura que los hombres experimentados regalan a las vírgenes. Creed que a ella no le importa que, en el delirio, la llame con nombres extraños: Circe, Calipso, Nausícaa. ¿Acaso caben en un corazón noble los celos o el despecho? Cierto es que aprovecha las ausencias del marido para entregarse, desvergonzada, no solo a sus antiguos pretendientes, sino también a campesinos, marineros y pastores. Pero no anida en ella más deseo que el de transmitir a todos y cada uno de sus súbditos varones la nueva sabiduría. Es, sin duda, la contribución de la reina a la mayor felicidad de las itacenses.
Día 19. Tallerista: Fernando Pérez-Cárdenas
DESIERTO
Día 20. Tallerista: Lola Díaz-Tequila
"Sirenas aladas", por Malvadisco.
En su afán por rearmar el cuerpo desmembrado de su esposo, la sufrida Isis recuperó los trozos arrojados a las fecundas aguas del río Nilo. Para su disgusto, no halló el falo que se había tragado el pez oxirrinco. Aunque le reimplantaron un miembro de oro, no gozaba de la vitalidad de antaño y la diosa debía valerse de la boca para conseguir una erección que se deshacía como azúcar en cuanto tocaba lo húmedo de su vientre. Por eso, durante las noches, descendía al Nilo en busca del pez portador del placer. De esos encuentros acuáticos, la diosa concibió a esos seres que heredaron su plumaje impermeable y el gusto por surcar las aguas del padre.
"Sismo", por Rudolf.
El joven Xanto, de rubios cabellos, deseaba alcanzar la inmortalidad de los dioses. Valiéndose de su belleza y de su verga poderosa alcanzó la morada de las Moiras, quienes, al contemplar el hermoso cuerpo lleno de vigor, olvidaron su virtud de siglos. Negoció el muchacho y acordó con ellas que, si lograba satisfacerlas a las tres, jamás le cortarían el hilo de la vida. Se inició el cumplimiento del trato con Átropos, la inevitable, en cuyo cuerpo sarmentoso brotaron los jugos de la lejana juventud. Enloquecida de placer y de celos no pudo soportar la idea de que Xantos yaciera con sus hermanas y, atada por su promesa, usó las tijeras para arrebatarle la virilidad.
El cosmos vibró no por los alaridos de dolor del muchacho —conocido desde entonces como "el inmortal castrado"—, sino por los de rabia de Cloto y Laquesis, al verse privadas para siempre de gozarlo.
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Crupier
05 de September de 2017 / 08:35
05 de September de 2017 / 08:35
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