José Luis; gracias y va de nuevo.
Problemas de longevidad
Todas las tardes empujamos la silla de ruedas al sol. Abuela ya ve poco o nada, habla menos y parece más un trique que alguien dejo olvidado en el jardín que un humano.
Mi prima se sienta a un lado de ella para leerle poemas de Rubén Darío o de Becker, que son sus favoritos y que por las cataratas en los ojos ya no puede leer ella misma.
A veces en medio de la lectura alcanza a levantar la voz un poco.
—Ya me llama el calor del cementerio—dice, dirigiéndose a mi abuelo Manuel que a estas alturas ya tiene quince años de muerto.
A mi prima se le escapan las lágrimas, pero son de impaciencia, creo que, como nosotros, también ella está lista para que la abuela se vaya.
Todas las tardes empujamos la silla de ruedas al sol. Abuela ya ve poco o nada, habla menos y parece más un trique que alguien dejo olvidado en el jardín que un humano.
Mi prima se sienta a un lado de ella para leerle poemas de Rubén Darío o de Becker, que son sus favoritos y que por las cataratas en los ojos ya no puede leer ella misma.
A veces en medio de la lectura alcanza a levantar la voz un poco.
—Ya me llama el calor del cementerio—dice, dirigiéndose a mi abuelo Manuel que a estas alturas ya tiene quince años de muerto.
A mi prima se le escapan las lágrimas, pero son de impaciencia, creo que, como nosotros, también ella está lista para que la abuela se vaya.
Black Dot
19 de March de 2020 / 16:03
19 de March de 2020 / 16:03
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