Viejo encorvado, figura triste y callada; parecía que se esforzaba por pasar desapercibido, como si fuera un fantasma. Pero yo sabía quien era, aquello de "...sin dejar rastro", no lo tragué para nada, por algo soy el cazador de famosos mas efectivo en esta ciudad.
Confieso que fue por casualidad, mientras todos buscaban en islas lejanas o en países exóticos, este servidor de ustedes no contaba ni cuenta, como un buen periodista debe de ser, con recursos para realizar viajes extensos. Fue durante la hora del clásico cigarrillo fuera de la oficina que lo vi, pasó junto a mí empujando un carrito de esos de supermercado lleno de cachivaches, vi las manos finas y largas a pesar de tener mugre en las uñas. Le ofrecí un cigarro y al voltearme a ver pude sentir esa mirada intensa que hizo temblar a tanta gente en los teatros.
Hola Max, le dije, hizo una mueca que pareció una sonrisa; acto seguido se alejó lentamente.
Recordé una frase de Hamlet: – Sabemos lo que somos...
Max se detuvo, irguió el cuerpo, luego dió un giro y con estentórea voz respondió: – Pero no lo que podemos ser.
Hizo un elegante ademán con la mano y se fue caminando.