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Meciéndose junto al trinchante del comedor, con las palmas hacia arriba sobre la falda gris, la abuela gastaba sus últimos días. Al pasar, en esas manos como cuencos íbamos depositando nuestros secretos, penas, remordimientos y alguna caricia perdida que ella contenía sin saberlo.
Desde que la abuela no está, reemplazamos la mecedora por su baúl de inmigrante. Amplio y fuerte, en él cabe toda nuestra historia. Pero no es tan confiable: más de una vez dejó escapar rencores y ciertas frases hirientes, irreversibles como el viaje desde aquel pueblito del norte de Italia a esta lejana llanura sin raíces.
Gracias.
Meciéndose junto al trinchante del comedor, con las palmas hacia arriba sobre la falda gris, la abuela gastaba sus últimos días. Al pasar, en esas manos como cuencos íbamos depositando nuestros secretos, penas, remordimientos y alguna caricia perdida que ella contenía sin saberlo.
Desde que la abuela no está, reemplazamos la mecedora por su baúl de inmigrante. Amplio y fuerte, en él cabe toda nuestra historia. Pero no es tan confiable: más de una vez dejó escapar rencores y ciertas frases hirientes, irreversibles como el viaje desde aquel pueblito del norte de Italia a esta lejana llanura sin raíces.
Gracias.
Telares
27 de August de 2019 / 08:02
27 de August de 2019 / 08:02
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