Todos dicen que la luna es la misma en cualquier lugar. No lo creo, la veo en medio de un cielo iluminado por tantas luces, que no parece de noche. En Potosí, el cielo a estas horas es tan oscuro que la luna parece más cerca, al punto que se podría tocar si uno subiera a la cima del Cerro Rico.
No es la misma luna, ni el mismo cielo, ni el mismo aire; en mis calles, los aromas de un ají de fideo o picante de lisa, preparados con amor escapan por las ventanas de las casas modestas y se puede escuchar el rumor de las conversaciones en familia.
Aquí en Alemania uno debe comer, caminar, trabajar, dormir y soñar solo, con la ilusión de conseguir lo suficiente. Pero no es fácil, estas personas no confían en alguien como yo para cuidar a sus hijos, sus casas, todos limpios, perfectos y lujosos.
Ni siquiera es el mismo sueño o la misma esperanza. Por eso aquí, ahora es otro sueño muy diferente: volver a mi hogar.