ERROR, SERIO ERROR La versión siguiente es la correcta
El delicado asunto del tubo de dentífrico
Un día mamá dijo que nuestra casa era un caos y que para revertir tal situación necesitábamos reglas claras. Que no hacer ruido al tomar la sopa, que no dejar entrar al perro a los dormitorios, que a las diez a la cama. Las reglas eran para todos y todos las obedecíamos a cara caída. Pero un día papá simplemente no pudo más. Agarró el tubo de dentífrico, lo apretó por la parte de arriba y nos alentó a que hiciéramos lo mismo. ¡Todo en presencia de mamá! Ella puso el grito en el cielo y, tras achacarle que era un mal ejemplo, le arrebató el tubo y el cepillo de las manos y vociferó:
—¡Acá nadie se lava los dientes si no acata las reglas!
Papá, imitándola en voz y movimientos, también vociferó:
—¡Las reglas, las reglas, todos deben obedecer las reglas o sucumbir!
Yo no sabía qué significaba sucumbir, supongo que Matías tampoco, pero a ambos nos causó tanta gracia que nos echamos a reír. Mamá se puso roja como un volcán en erupción y antes de que las palabras que mascullaba hallasen forma definitiva, papá nos dio un beso y se marchó a trabajar. Lo primero que mamá hizo entonces fue reacomodar el contenido del tubo apretándolo por debajo y observar que nos laváramos los dientes según las reglas. Lo segundo, fue una llamada telefónica.
Cuando a las siete y media papá volvió, no pudo entrar.
—¡Lo siento, cariño —le dijo mamá desde el primer piso y sacando la mitad del cuerpo fuera, al tiempo que meneaba una reluciente llave entre sus dedos—, pero la nueva regla es que quien desobedece las reglas se queda de patitas en la calle!
No sé qué me pasó entonces por la cabeza, pero cuando estaba a punto de lanzarme sobre mamá para darle un empujón, Matías apretó el tubo de dentífrico por arriba vaciando parte de su contenido sobre el parquet.
De la impresión, mamá se cayó por la ventana.
Un día mamá dijo que nuestra casa era un caos y que para revertir tal situación necesitábamos reglas claras. Que no hacer ruido al tomar la sopa, que no dejar entrar al perro a los dormitorios, que a las diez a la cama. Las reglas eran para todos y todos las obedecíamos a cara caída. Pero un día papá simplemente no pudo más. Agarró el tubo de dentífrico, lo apretó por la parte de arriba y nos alentó a que hiciéramos lo mismo. ¡Todo en presencia de mamá! Ella puso el grito en el cielo y, tras achacarle que era un mal ejemplo, le arrebató el tubo y el cepillo de las manos y vociferó:
—¡Acá nadie se lava los dientes si no acata las reglas!
Papá, imitándola en voz y movimientos, también vociferó:
—¡Las reglas, las reglas, todos deben obedecer las reglas o sucumbir!
Yo no sabía qué significaba sucumbir, supongo que Matías tampoco, pero a ambos nos causó tanta gracia que nos echamos a reír. Mamá se puso roja como un volcán en erupción y antes de que las palabras que mascullaba hallasen forma definitiva, papá nos dio un beso y se marchó a trabajar. Lo primero que mamá hizo entonces fue reacomodar el contenido del tubo apretándolo por debajo y observar que nos laváramos los dientes según las reglas. Lo segundo, fue una llamada telefónica.
Cuando a las siete y media papá volvió, no pudo entrar.
—¡Lo siento, cariño —le dijo mamá desde el primer piso y sacando la mitad del cuerpo fuera, al tiempo que meneaba una reluciente llave entre sus dedos—, pero la nueva regla es que quien desobedece las reglas se queda de patitas en la calle!
No sé qué me pasó entonces por la cabeza, pero cuando estaba a punto de lanzarme sobre mamá para darle un empujón, Matías apretó el tubo de dentífrico por arriba vaciando parte de su contenido sobre el parquet.
De la impresión, mamá se cayó por la ventana.
Lucía
13 de January de 2019 / 15:47
13 de January de 2019 / 15:47
Para poder escribir en la Marina, tienes que registrarte como usuario o ingresa.