Contacto
Una amarillenta vela chisporrotea al centro de la mesa. Alrededor de ella seis personas; con desgana, miedo, emoción e incredulidad. La pieza, a luces bajas, tiene un aspecto tétrico con todos los muebles cubiertos con sábanas.
—Alejandro –la médium se balancea invocando–. ¡Alejandro, manifiéstate!
Un chicotazo en el cielo cimbra los huesos de los allí reunidos.
—¡Ay…! –grita uno al borde de la histeria.
Gira la cabeza, revisando puertas, ventanas, escaleras.
—¿Qué buscas? –se mofa otro– ¿A un vivo? Jamás va a suceder, idiota. Se lo he dicho hasta el hartazgo a tía Amelia: “No hay canales abiertos del más allá al más acá”. Pero es una mula.
—¡Te estoy oyendo, Ferdinando!
—Sí, tiíta. ¡Pero no escuchas…!
Y como cada noche de tormenta, aquel montón de huesos termina discutiendo y enredándose entre falanges, clavículas y cóccix desgastados.
—Alejandro –la médium se balancea invocando–. ¡Alejandro, manifiéstate!
Un chicotazo en el cielo cimbra los huesos de los allí reunidos.
—¡Ay…! –grita uno al borde de la histeria.
Gira la cabeza, revisando puertas, ventanas, escaleras.
—¿Qué buscas? –se mofa otro– ¿A un vivo? Jamás va a suceder, idiota. Se lo he dicho hasta el hartazgo a tía Amelia: “No hay canales abiertos del más allá al más acá”. Pero es una mula.
—¡Te estoy oyendo, Ferdinando!
—Sí, tiíta. ¡Pero no escuchas…!
Y como cada noche de tormenta, aquel montón de huesos termina discutiendo y enredándose entre falanges, clavículas y cóccix desgastados.
Innominada
20 de August de 2018 / 19:54
20 de August de 2018 / 19:54
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