Después de abrocharle los ojos, los amotinados zurcieron su boca, desenroscaron orejas y remacharon su cuerpo en el palo más alto de la horca que dominaba el cerro. Ahí sigue, para escarnio y alimento de cuervos, condenado a la Eternidad y un día mientras el Tirano al que sirvió pacta reformas sociales y jura ante la Biblia fidelidad perenne al Nuevo Orden establecido.
Aarón
21 de May de 2018 / 05:16
El verdugo sin capucha 21 de May de 2018 / 05:16
Aarón
Se podría 21 de May de 2018 / 09:38
el aguila descalza
Lo comprendo 21 de May de 2018 / 11:16
Aarón
 

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