Después de la última plaga que mermó la productividad agrícola, en el laboratorio les insertaron genes que las protegían contra enfermedades e insectos. Ellas mismas se espulgaban y mantenían a raya los ratones y las malas hierbas. Con sus colores y aroma hipnótico, sedujeron a su mayor enemigo. Una vez fecundadas a mano, se disputaron las partes del cuerpo cercenado por la sierra de los sépalos. Hecha la digestión, las plantas acunaron, entre sus ramas, una abundante cosecha de frutos emergidos con alguno que otro rasgo humano.
Malvadisco
17 de May de 2018 / 16:06
Revolución verde 17 de May de 2018 / 04:58
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