Aunque vivían hace tiempo bajo el mismo techo, Isaura jamás respondió a los afectos de Ernesto. Siempre se mostró ausente. Por el contrario, él la llenaba de dádivas con tal de ganarse su amor: le enviaba flores, esquelas poéticas y cuanto detalle encontraba. Hasta olvidó el fútbol y a sus amigos para complacerla, pero nada hacía efecto. Luego de varios meses, y en una noche de invierno, ella se metió a su cama por primera vez, susurrándole al oído:
-–Tengo frío.
Él le dio la espalda y abrazó a su muñeca de inflar, como única respuesta.
esleongo
01 de December de 2017 / 11:39
Desenlace 01 de December de 2017 / 11:39
esleongo
Taller 05 de December de 2017 / 13:04
Elisa A.
 

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