MUESTRA DE OCTUBRE. Hagan juego, señores, debajo de esta entrada, por favor. Gracias
RECOPILACIÓN DE OCTUBRE 2017
Jurado del mes: Guillermo Bustamante Zamudio.
Tema: convertirnos en detractores del dinosaurio de Monterroso
Día 1. Tallerista: Elisa de Armas
Crónica", de Crispín
Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí, esperándome. Lo abracé, le di un poco de leche y salimos de la casa. Nos Juntos fuimos a buscar al Mago Martin, en la Montaña Brumosa, para que nos diera un elixir con el que desencantar a las ninfas de lago Marlien, convertidas en lagartos por la Bruja del Castillo de las Siete Torres. Antes de llegar, un hechizo destruyó todos los puentes y convirtió a los árboles en fieros soldados. Pudimos continuar gracias al Ejército de los Cruzados, que acabó con los guardianes del lago. Liberadas las ninfas, y con el agradecimiento y los regalos de su reina, volvimos a nuestra aldea. Aunque estaba rodeada por los Caballeros de la Cruz Alzada, entramos gracias a una capa que nos hacía invisibles.
En casa me esperaba el tito Augusto, que me prometió que escribiría un cuento sobre nuestro viaje. ¡Vaya chasco me llevé al leerlo! ¡Solo aparecía el principio de la historia!
"La leyenda del dinosaurio", de Caleidoscopio Mágico
Cierta vez un escritor le dedicó una línea a este bicho, en apariencia manso e inofensivo. Pero no lo era. Por sentirse discriminado ante una triste oveja negra, maldijo al autor a que siete palabras locas opacaran el resto de su obra por los siglos de los siglos.
"El oportunista", de Malvadisco
Se acercó al escritor con paso parsimonioso. Aquel le dijo que durmiera un rato sobre la hoja en blanco. Cuando despertó, Monterroso ya no estaba ahí: se había hecho famoso a costa del letargo del dinosaurio.
"La dinosauria", de Homless
Ciñéndonos al cuento de Monterroso, poca gente ha puesto el foco en el sujeto elíptico del verbo “despertar” ¿Quién despertó realmente? Parece obvio que hablamos de la dinosauria. Trasladándonos a la noche anterior, la veremos llegar a la casa/cueva tras una extenuante jornada de trabajo y encontrarse a su pareja, el dinosaurio, durmiendo a pierna suelta. Se acuesta exhausta junto a él y, al despertar, comprueba que el dinosaurio continúa durmiendo. A juzgar por sus ronquidos, no parece que vaya a despertar en breve. Lo que Monterroso pretendía denunciar realmente era la escasa o nula colaboración de los dinosaurios macho en las tareas del hogar. Luego surgieron toda clase de teorías que le daban un carácter mucho más universal. Naturalmente Monterroso, que tonto no era, no tardó en hacer suyas todas esa conjeturas para pasar a la historia con un cuento en el que, si algo nos queda claro, es que uno de los protagonistas durmió más de la cuenta.
"Monterrosiana", de Black dot
El dinosaurio, que todavía estaba ahí cuando despertó, ¡no era más que una iguana! Después de todo, el público en general sabe que a todo escritor le gusta inventar realidades.
Día 2. Tallerista: José Luis Velarde
“Consejo para microrrelatistas noveles”, de Telares
Si cuando despiertas, el dinosaurio sigue allí, ignóralo. Ya te ganaron de mano.
“No al dinosaurio”, de Black Dot
Despertó y el reptil lo había seguido desde el mundo onírico. Siete fueron las palabras que usó para relatarnos tal hecho y el mundo se volvió loco. En lo particular, me hubiera gustado más un dragón que calcinara a los enemigos mientras él se volvía al sueño, donde una sensual morocha lo esperaba para hacer el amor.
“Breve reseña”, de Meminero Tui
Don Triceratops, córneo decano del instituto Velocirráptor, es famoso porque enseña el arte de escribir. Recién publicó un texto en la revista “Triásico”, donde amalgama la fantasía inmarcesible, la indefensión del reptil y la densidad angustiante de lo onírico.
Lleva por título “Pesadilla”, y reza: “Cuando despertó, el minificcionista permanecía ahí”.
La crítica le augura un sitio destacado entre las joyas breves de la literatura sáurica.
Día 3. Tallerista: Juan Manuel Montes
"Traduttore traditore", de Black Dot
Cuando interrumpió su sueño; el reptil de gran tamaño, con cabeza pequeña, cuello largo, cola robusta y larga, y, en general, extremidades posteriores más largas que las anteriores; aún continuaba ahí.
Día 4. Tallerista: Marcial Fernández
"Moraleja", por El cisne de González
La oveja negra y demás fábulas solicitan cazador de dinosaurios, con o sin experiencia.
"Cofrades", por Meminero Tui
Durante un coloquio, el doctor Isidro Colomé presentó una ponencia en la que resalta la influencia del arte primitivo en obras modernas. Citó el caso de Augusto Monterroso, quien hace años comentó a sus amigos de la Cofradía Minimalista que había visitado las cuevas de Altamira. Lo subyugaron las escenas de caza, bestias y hombres.
—Impresionado, cerré los ojos y, cuando los abrí, el bisonte seguía allí —les compartió.
Después escribió "El Dinosaurio". Sus camaradas coincidieron en que era fruto de las obras rupestres. Le sugirieron que destacara en un epígrafe el lazo que unía a su texto con las pinturas. Sorteó el asunto, leyó unos cuentos y los dejó pasmados, como víctimas frente al pelotón. Ahí se le ocurrió "La Oveja Negra".
Día 5. Tallerista: Tequila, en reemplazo de Víctor Antero Flores
“Frente al espejo”, de Esleongo
El dinosaurio no sabía que alguien iba a dormir a su lado y que Monterroso, oculto entre los árboles, lo atisbaría con su catalejo. De haberlo sabido, no se hubiera dejado ver con su cresta despeinada, ese tufo carroñero insoportable y las garras embarradas.
“Pesadilla”, por Meminero Tui.
Un pariente de Augusto Monterroso dio una entrevista a un semanario. En dicho reportaje contó anécdotas. Entre ellas, una aterradora.
Dijo que al autor lo agobiaba un sueño recurrente. Despertaba espantado. Intentaba volver a dormir y a veces lo conseguía, pero se lo impedían los rostros iracundos de Tolstoi, Dostoievski y Balzac, entre otros. Lo señalaban con índice flamígero y le recriminaban que escribiera “textitos”, “minucias”. De pronto surgía Proust: ojeroso, con su mostachón engominado, mordisqueaba una madalena y gritaba:
—¡Chorradas, clichés, blagues!
Los demás reían y mientras lo hacían se convertían en dinosaurios y lo miraban con desdén.
Si lograba conciliar el sueño, cuando despertaba sus detractores seguían ahí.
Día 6: Tallerista: Daniela Truman
"Monterroso", de Meminero Tui
En el Monte Roso habita una bestia que platica con los hombres. Cierta vez charló con un señor que ansiaba escribir un texto que le diera fama y fortuna. Le pidió que cerrara los ojos, luego le dijo que los abriera y le preguntó qué veía.
—Un dragón—, respondió Augusto.
—Ahí lo tienes. Escribe eso y la gloria será tuya—, contestó el reptil.
Augusto volvió a casa y se puso a escribir.
A Monte Roso también llegó la noticia. El ser mitológico entristeció porque el personaje central del relato fue suplantado por un dinosaurio.
Los dragones perdonan, jamás olvidan.
"Injusticia", de esleongo
Nadie vio al dinosaurio. Ni Monterroso, ni quien durmió esa noche. Todo fue un invento, una ficción para lograr reconocimiento. Y para el temible carnívoro, protagonista indiscutible, no hubo siquiera una mención o un agradecimiento por “estar ahí” en el momento justo.
"Lo que pesa la crítica", de Black dot
El crítico dice que “El dinosaurio” no le gusta. La sala repleta emite un sonido de sorpresa. ¡Pero cómo se atreve!, clama uno de los asistentes.
“Es usted un reaccionario”, grita otro que se siente ofendido.
Nadie se mueve de su lugar, pero cuando la consternación por las declaraciones pasa, un sentimiento de rechazo a la historia se apodera del público. “Tiene razón el señor literato, esa historia no sirve” gritan los de la audiencia.
Al oír esto don Augusto, sale del auditorio, desamarra su dinosaurio y se larga a casa.
"El amigo de Monterroso", de Eusebio Tecate
Soñaba atrapado en las profundidades del saurio.
Día 7 Tallerista Carlos di Bella (Sapo)
DESIERTO.
Día 8. Tallerista: Lola Díaz-Ambrona
DESIERTO.
Día 9. Tallerista: Lucía Casas Rey
DESIERTO.
Día 10. Tallerista: Dakiny
“Urgente”, de Meminero Tui
Viajero en el tiempo solicita dinosaurio para minificción de siete palabras.
Aspirantes, favor de acudir antes de que caiga un meteorito.
Comunicarse al apartado postal 3.14.16, con Augusto Monterroso.
“Venganza”, de Black dot
Un hombre que soñaba con un dinosaurio escribe dicho sueño al despertar.
Un lector, en un lugar y tiempo distinto, detesta la historia. No entiende de reptiles gigantes. Por la noche al dormir, confunde el rugido con una pesadilla. El animal lo devora mientras Monterroso, impasible, le acaricia una pata como quien calma a su caballo.
“Dinerosaurio”, de Enigmática
La Bella Donna ha despertado de su siesta, acecha, con todo el disimulo, mis cuentas soberanas. Lo sé porque son la única fuente de ingresos de mi autonomía personal.
Día 11. Tallerista: Carlos Bortoni
“Ensoñación”, de Crispín
Cuando el pequeño despertó, yo aún estaba allí. Su miedo solo era comparable a mi angustia, pero tuve que seguir ahí, inmóvil e impotente, hasta que se dio la vuelta, se tapó la cabeza con la almohada y se durmió.
Solo entonces conseguí volver a su sueño.
"Insomnio", por Malvadisco
Cuando despertó, no lo encontró a su lado. No podía dormir sin aquel juguete que le permitía conciliar el sueño al instante. Con los ojos enrojecidos por el llanto, se hundió bajo el oleaje de su colcha hasta hallarlo, con un suspiro de alivio, dentro de una almohada. Tranquilo, el dinosaurio apretó el desgarrado cuerpo del pequeño niño.
"El detractor de Monterroso", por Proserpina
Si no hubiésemos despertado, estaríamos ahí, sin temor a equivocarnos un millón de veces.
Día 12. Tallerista: José T. Espinosa-Jácome
DESIERTO.
Día 13. Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno
"Musa", de Meminero Tui
Cuando está al borde del hastío va y viene de la noche a los sueños.
Se mira en el arroyo. Piensa. Cierra los ojos.
—Tus palabras, surtidoras de mi risa—, murmura.
Palmea su frente y se hunde en las aguas.
Augusto escribe. El dinosaurio se diluye en lenta caligrafía. Ella lo acaricia desde siete palabras.
"Fallo evolutivo", de Cero
No era el diseño de su naturaleza animal, el problema residía en aquella maravillosa telaraña eléctrica llamada mente.
El caso es que decidieron apretar los botones, fuego por todos lados.
Un hombre, tal vez el último, soñó con el dinosaurio: lo trajo a otro inicio de las eras...
Día 14. Tallerista: Mónica Brasca
“El vigía de sueños”, de Black Dot
El hombre abre el libro y se encuentra con la historia. Es poco creíble y extremadamente corta; tanto, que el final llega súbito y no le da tiempo de digerir la trama. Repite la lectura tres veces con el mismo resultado. Odia el hecho de no entender quién es el protagonista, si la bestia o el hombre que despierta. Enfadado, avienta el libro que se deshoja al estrellarse contra la pared, y se va a acostar. En la biblioteca el dinosaurio duerme y Monterroso vela su sueño.
“La isla emergente”, de Malvadisco
Cuando despertó, la ciudad seguí ahí. Partiendo de la cola, atravesando el lomo y el escamoso cuello hasta llegar a la coronilla, le habían engrapado una línea férrea por donde corría el tren. De su boca entreabierta habían extraído los dientes para transformarlos en los cimientos de las viviendas, la escuela y el monasterio, allá en la cima de la ventosa nariz. De la profunda rugosidad de sus patas brotó un jardín de palmas y cocoteros. Pero después de la primera sacudida del dinosaurio, no quedaron ni edificios ni personas ni cultivos. Molesto, se hundió en el mar llevándose a cuestas a Monterroso, quien, aferrado al largo cuello, soñaba con explotar los terrenos aún sin urbanizar, ganados a su creación más famosa.
Día 15. Tallerista invitado: Leandro Surce
“Museo”, de Meminero Tui
—Vine al Smithsonian porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Augusto Monterroso —dijo el dinosaurio al bedel.
Lo condujo a la magna sala y cuando estuvo frente al fósil de su progenitor se irguió sobre sus patas traseras, luego se desplomó, dio un golpe seco contra la reliquia y se fue desmoronando como reseco polvo estelar.
Día 16: Tallerista: Josep M. Nuévalos
"Círculo de lectores", de Black Dot
Como un primer acto se criticó la historieta por ser confusa y breve. La segunda orden fue retirar la hoja de cada uno de los volúmenes impresos, pero no funcionó, porque muchos lectores apasionados guardaron sus libros con celo. Entonces se ordenaron los allanamientos de morada y todos los tomos fueron requisados de casas, bibliotecas y librerías para después quemarlos. El chascarrillo, pensaron los expertos, seria olvidado con el tiempo. Después de todo a quién le interesa que alguien despierte y encuentre a un dinosaurio de este lado del sueño.
Años después, en aquel país, la gente repetía a baja voz el nombre del escritor y el Dinosaurio era lo primero en cautivar su imaginación.
"Cambio de roles", de Malvadisco
Cuando el escritor despertó, ella estaba ahí, amenazante, y él volvió a entrecerrar los ojos fingiéndose dormido. Durante años, Augusto la mantuvo aletargada, mientras se hacía famoso con aquella inmovilidad del fósil viviente. Pero algo creció en su interior, que la hizo cambiar. Ahora se empolvaba y salía a pasear a la calle. Entretanto, Monterroso empollaba el huevo de la dinosauria.
"Actoral", de Meminero Tui
Rechazó ser uno de los saurios anodinos que aparecen fugazmente en El Mundo Perdido, de Sir Arthur Conan Doyle. Años después obtuvo el protagónico de El Dinosaurio, de Augusto Monterroso, y lo interpretó como nadie.
Día 17. Tallerista: El águila descalza
"Súbita historia", de Black dot
Al famoso literato no le gustaba el dinosaurio de Monterroso: al leerlo sentía que pasaba del principio al fin demasiado pronto. No le daba tiempo para el gozo literario. Se aproximaba, decía, a la experiencia del que tiene relaciones sexuales por primera vez y descubre que es un eyaculador precoz.
Día 18. Tallerista: Carmen Simón
“Brevedad en guerra”, por Malvadisco
Juan Pedro Aparicio y Luis Felipe Lomeli azuzaban a sus respectivos combatientes. "Luis XVI" y "El emigrante" lucharon hasta la muerte. Cuando el campo quedó sin rivales, "El dinosaurio" estaba ahí.
“Reclamo Sáurico”, por Memimero Tui
—Mi diplodocus, le decía en enero; en mayo era su estegosaurio, y en noviembre, su triceratops —dijo Sílfide Larráinzar.
Mostró las cartas de amor, que Augusto escribió a Danubia, y fotografías donde lucían jóvenes y amorosos.
—Reclamo para mi madre su condición de musa. Sin ella, "El Dinosaurio" no existiría. Exijo que su nombre aparezca junto al de ese señor que pudo haber sido mi padre —demandó la mujer en la Feria Internacional del Libro en Comayagua. Su exigencia pasó de largo, los escritores, entusiasmados, firmaban sus obras a los lectores y estos sonreían para las 'selfies'.
Un mes después, la mujer recibió como obsequio un rebaño de ovejas que bala oscuro bajo las nubes córneas.
“La pesadilla más larga del mundo”, por Enigmática
A los microrrelatistas nos aterroriza pensar que, cuando despertemos, todavía estemos ahí, escribiendo mi-ni-miedades-sáuricas.
Día 19. Tallerista: Fernando Pérez-Cárdenas
DESIERTO.
Día 20. Tallerista: José Manuel Ortiz Soto
"Quietud", de Homless
Tras golpearle repetidamente con un palo, confirmó sus sospechas: el dinosaurio, en realidad, lo que estaba era muerto. Incluso antes de empezar a escribir el cuento.
Jurado del mes: Guillermo Bustamante Zamudio.
Tema: convertirnos en detractores del dinosaurio de Monterroso
Día 1. Tallerista: Elisa de Armas
Crónica", de Crispín
Cuando desperté, el dinosaurio todavía estaba allí, esperándome. Lo abracé, le di un poco de leche y salimos de la casa. Nos Juntos fuimos a buscar al Mago Martin, en la Montaña Brumosa, para que nos diera un elixir con el que desencantar a las ninfas de lago Marlien, convertidas en lagartos por la Bruja del Castillo de las Siete Torres. Antes de llegar, un hechizo destruyó todos los puentes y convirtió a los árboles en fieros soldados. Pudimos continuar gracias al Ejército de los Cruzados, que acabó con los guardianes del lago. Liberadas las ninfas, y con el agradecimiento y los regalos de su reina, volvimos a nuestra aldea. Aunque estaba rodeada por los Caballeros de la Cruz Alzada, entramos gracias a una capa que nos hacía invisibles.
En casa me esperaba el tito Augusto, que me prometió que escribiría un cuento sobre nuestro viaje. ¡Vaya chasco me llevé al leerlo! ¡Solo aparecía el principio de la historia!
"La leyenda del dinosaurio", de Caleidoscopio Mágico
Cierta vez un escritor le dedicó una línea a este bicho, en apariencia manso e inofensivo. Pero no lo era. Por sentirse discriminado ante una triste oveja negra, maldijo al autor a que siete palabras locas opacaran el resto de su obra por los siglos de los siglos.
"El oportunista", de Malvadisco
Se acercó al escritor con paso parsimonioso. Aquel le dijo que durmiera un rato sobre la hoja en blanco. Cuando despertó, Monterroso ya no estaba ahí: se había hecho famoso a costa del letargo del dinosaurio.
"La dinosauria", de Homless
Ciñéndonos al cuento de Monterroso, poca gente ha puesto el foco en el sujeto elíptico del verbo “despertar” ¿Quién despertó realmente? Parece obvio que hablamos de la dinosauria. Trasladándonos a la noche anterior, la veremos llegar a la casa/cueva tras una extenuante jornada de trabajo y encontrarse a su pareja, el dinosaurio, durmiendo a pierna suelta. Se acuesta exhausta junto a él y, al despertar, comprueba que el dinosaurio continúa durmiendo. A juzgar por sus ronquidos, no parece que vaya a despertar en breve. Lo que Monterroso pretendía denunciar realmente era la escasa o nula colaboración de los dinosaurios macho en las tareas del hogar. Luego surgieron toda clase de teorías que le daban un carácter mucho más universal. Naturalmente Monterroso, que tonto no era, no tardó en hacer suyas todas esa conjeturas para pasar a la historia con un cuento en el que, si algo nos queda claro, es que uno de los protagonistas durmió más de la cuenta.
"Monterrosiana", de Black dot
El dinosaurio, que todavía estaba ahí cuando despertó, ¡no era más que una iguana! Después de todo, el público en general sabe que a todo escritor le gusta inventar realidades.
Día 2. Tallerista: José Luis Velarde
“Consejo para microrrelatistas noveles”, de Telares
Si cuando despiertas, el dinosaurio sigue allí, ignóralo. Ya te ganaron de mano.
“No al dinosaurio”, de Black Dot
Despertó y el reptil lo había seguido desde el mundo onírico. Siete fueron las palabras que usó para relatarnos tal hecho y el mundo se volvió loco. En lo particular, me hubiera gustado más un dragón que calcinara a los enemigos mientras él se volvía al sueño, donde una sensual morocha lo esperaba para hacer el amor.
“Breve reseña”, de Meminero Tui
Don Triceratops, córneo decano del instituto Velocirráptor, es famoso porque enseña el arte de escribir. Recién publicó un texto en la revista “Triásico”, donde amalgama la fantasía inmarcesible, la indefensión del reptil y la densidad angustiante de lo onírico.
Lleva por título “Pesadilla”, y reza: “Cuando despertó, el minificcionista permanecía ahí”.
La crítica le augura un sitio destacado entre las joyas breves de la literatura sáurica.
Día 3. Tallerista: Juan Manuel Montes
"Traduttore traditore", de Black Dot
Cuando interrumpió su sueño; el reptil de gran tamaño, con cabeza pequeña, cuello largo, cola robusta y larga, y, en general, extremidades posteriores más largas que las anteriores; aún continuaba ahí.
Día 4. Tallerista: Marcial Fernández
"Moraleja", por El cisne de González
La oveja negra y demás fábulas solicitan cazador de dinosaurios, con o sin experiencia.
"Cofrades", por Meminero Tui
Durante un coloquio, el doctor Isidro Colomé presentó una ponencia en la que resalta la influencia del arte primitivo en obras modernas. Citó el caso de Augusto Monterroso, quien hace años comentó a sus amigos de la Cofradía Minimalista que había visitado las cuevas de Altamira. Lo subyugaron las escenas de caza, bestias y hombres.
—Impresionado, cerré los ojos y, cuando los abrí, el bisonte seguía allí —les compartió.
Después escribió "El Dinosaurio". Sus camaradas coincidieron en que era fruto de las obras rupestres. Le sugirieron que destacara en un epígrafe el lazo que unía a su texto con las pinturas. Sorteó el asunto, leyó unos cuentos y los dejó pasmados, como víctimas frente al pelotón. Ahí se le ocurrió "La Oveja Negra".
Día 5. Tallerista: Tequila, en reemplazo de Víctor Antero Flores
“Frente al espejo”, de Esleongo
El dinosaurio no sabía que alguien iba a dormir a su lado y que Monterroso, oculto entre los árboles, lo atisbaría con su catalejo. De haberlo sabido, no se hubiera dejado ver con su cresta despeinada, ese tufo carroñero insoportable y las garras embarradas.
“Pesadilla”, por Meminero Tui.
Un pariente de Augusto Monterroso dio una entrevista a un semanario. En dicho reportaje contó anécdotas. Entre ellas, una aterradora.
Dijo que al autor lo agobiaba un sueño recurrente. Despertaba espantado. Intentaba volver a dormir y a veces lo conseguía, pero se lo impedían los rostros iracundos de Tolstoi, Dostoievski y Balzac, entre otros. Lo señalaban con índice flamígero y le recriminaban que escribiera “textitos”, “minucias”. De pronto surgía Proust: ojeroso, con su mostachón engominado, mordisqueaba una madalena y gritaba:
—¡Chorradas, clichés, blagues!
Los demás reían y mientras lo hacían se convertían en dinosaurios y lo miraban con desdén.
Si lograba conciliar el sueño, cuando despertaba sus detractores seguían ahí.
Día 6: Tallerista: Daniela Truman
"Monterroso", de Meminero Tui
En el Monte Roso habita una bestia que platica con los hombres. Cierta vez charló con un señor que ansiaba escribir un texto que le diera fama y fortuna. Le pidió que cerrara los ojos, luego le dijo que los abriera y le preguntó qué veía.
—Un dragón—, respondió Augusto.
—Ahí lo tienes. Escribe eso y la gloria será tuya—, contestó el reptil.
Augusto volvió a casa y se puso a escribir.
A Monte Roso también llegó la noticia. El ser mitológico entristeció porque el personaje central del relato fue suplantado por un dinosaurio.
Los dragones perdonan, jamás olvidan.
"Injusticia", de esleongo
Nadie vio al dinosaurio. Ni Monterroso, ni quien durmió esa noche. Todo fue un invento, una ficción para lograr reconocimiento. Y para el temible carnívoro, protagonista indiscutible, no hubo siquiera una mención o un agradecimiento por “estar ahí” en el momento justo.
"Lo que pesa la crítica", de Black dot
El crítico dice que “El dinosaurio” no le gusta. La sala repleta emite un sonido de sorpresa. ¡Pero cómo se atreve!, clama uno de los asistentes.
“Es usted un reaccionario”, grita otro que se siente ofendido.
Nadie se mueve de su lugar, pero cuando la consternación por las declaraciones pasa, un sentimiento de rechazo a la historia se apodera del público. “Tiene razón el señor literato, esa historia no sirve” gritan los de la audiencia.
Al oír esto don Augusto, sale del auditorio, desamarra su dinosaurio y se larga a casa.
"El amigo de Monterroso", de Eusebio Tecate
Soñaba atrapado en las profundidades del saurio.
Día 7 Tallerista Carlos di Bella (Sapo)
DESIERTO.
Día 8. Tallerista: Lola Díaz-Ambrona
DESIERTO.
Día 9. Tallerista: Lucía Casas Rey
DESIERTO.
Día 10. Tallerista: Dakiny
“Urgente”, de Meminero Tui
Viajero en el tiempo solicita dinosaurio para minificción de siete palabras.
Aspirantes, favor de acudir antes de que caiga un meteorito.
Comunicarse al apartado postal 3.14.16, con Augusto Monterroso.
“Venganza”, de Black dot
Un hombre que soñaba con un dinosaurio escribe dicho sueño al despertar.
Un lector, en un lugar y tiempo distinto, detesta la historia. No entiende de reptiles gigantes. Por la noche al dormir, confunde el rugido con una pesadilla. El animal lo devora mientras Monterroso, impasible, le acaricia una pata como quien calma a su caballo.
“Dinerosaurio”, de Enigmática
La Bella Donna ha despertado de su siesta, acecha, con todo el disimulo, mis cuentas soberanas. Lo sé porque son la única fuente de ingresos de mi autonomía personal.
Día 11. Tallerista: Carlos Bortoni
“Ensoñación”, de Crispín
Cuando el pequeño despertó, yo aún estaba allí. Su miedo solo era comparable a mi angustia, pero tuve que seguir ahí, inmóvil e impotente, hasta que se dio la vuelta, se tapó la cabeza con la almohada y se durmió.
Solo entonces conseguí volver a su sueño.
"Insomnio", por Malvadisco
Cuando despertó, no lo encontró a su lado. No podía dormir sin aquel juguete que le permitía conciliar el sueño al instante. Con los ojos enrojecidos por el llanto, se hundió bajo el oleaje de su colcha hasta hallarlo, con un suspiro de alivio, dentro de una almohada. Tranquilo, el dinosaurio apretó el desgarrado cuerpo del pequeño niño.
"El detractor de Monterroso", por Proserpina
Si no hubiésemos despertado, estaríamos ahí, sin temor a equivocarnos un millón de veces.
Día 12. Tallerista: José T. Espinosa-Jácome
DESIERTO.
Día 13. Tallerista: Laura Elisa Vizcaíno
"Musa", de Meminero Tui
Cuando está al borde del hastío va y viene de la noche a los sueños.
Se mira en el arroyo. Piensa. Cierra los ojos.
—Tus palabras, surtidoras de mi risa—, murmura.
Palmea su frente y se hunde en las aguas.
Augusto escribe. El dinosaurio se diluye en lenta caligrafía. Ella lo acaricia desde siete palabras.
"Fallo evolutivo", de Cero
No era el diseño de su naturaleza animal, el problema residía en aquella maravillosa telaraña eléctrica llamada mente.
El caso es que decidieron apretar los botones, fuego por todos lados.
Un hombre, tal vez el último, soñó con el dinosaurio: lo trajo a otro inicio de las eras...
Día 14. Tallerista: Mónica Brasca
“El vigía de sueños”, de Black Dot
El hombre abre el libro y se encuentra con la historia. Es poco creíble y extremadamente corta; tanto, que el final llega súbito y no le da tiempo de digerir la trama. Repite la lectura tres veces con el mismo resultado. Odia el hecho de no entender quién es el protagonista, si la bestia o el hombre que despierta. Enfadado, avienta el libro que se deshoja al estrellarse contra la pared, y se va a acostar. En la biblioteca el dinosaurio duerme y Monterroso vela su sueño.
“La isla emergente”, de Malvadisco
Cuando despertó, la ciudad seguí ahí. Partiendo de la cola, atravesando el lomo y el escamoso cuello hasta llegar a la coronilla, le habían engrapado una línea férrea por donde corría el tren. De su boca entreabierta habían extraído los dientes para transformarlos en los cimientos de las viviendas, la escuela y el monasterio, allá en la cima de la ventosa nariz. De la profunda rugosidad de sus patas brotó un jardín de palmas y cocoteros. Pero después de la primera sacudida del dinosaurio, no quedaron ni edificios ni personas ni cultivos. Molesto, se hundió en el mar llevándose a cuestas a Monterroso, quien, aferrado al largo cuello, soñaba con explotar los terrenos aún sin urbanizar, ganados a su creación más famosa.
Día 15. Tallerista invitado: Leandro Surce
“Museo”, de Meminero Tui
—Vine al Smithsonian porque me dijeron que aquí vivía mi padre, un tal Augusto Monterroso —dijo el dinosaurio al bedel.
Lo condujo a la magna sala y cuando estuvo frente al fósil de su progenitor se irguió sobre sus patas traseras, luego se desplomó, dio un golpe seco contra la reliquia y se fue desmoronando como reseco polvo estelar.
Día 16: Tallerista: Josep M. Nuévalos
"Círculo de lectores", de Black Dot
Como un primer acto se criticó la historieta por ser confusa y breve. La segunda orden fue retirar la hoja de cada uno de los volúmenes impresos, pero no funcionó, porque muchos lectores apasionados guardaron sus libros con celo. Entonces se ordenaron los allanamientos de morada y todos los tomos fueron requisados de casas, bibliotecas y librerías para después quemarlos. El chascarrillo, pensaron los expertos, seria olvidado con el tiempo. Después de todo a quién le interesa que alguien despierte y encuentre a un dinosaurio de este lado del sueño.
Años después, en aquel país, la gente repetía a baja voz el nombre del escritor y el Dinosaurio era lo primero en cautivar su imaginación.
"Cambio de roles", de Malvadisco
Cuando el escritor despertó, ella estaba ahí, amenazante, y él volvió a entrecerrar los ojos fingiéndose dormido. Durante años, Augusto la mantuvo aletargada, mientras se hacía famoso con aquella inmovilidad del fósil viviente. Pero algo creció en su interior, que la hizo cambiar. Ahora se empolvaba y salía a pasear a la calle. Entretanto, Monterroso empollaba el huevo de la dinosauria.
"Actoral", de Meminero Tui
Rechazó ser uno de los saurios anodinos que aparecen fugazmente en El Mundo Perdido, de Sir Arthur Conan Doyle. Años después obtuvo el protagónico de El Dinosaurio, de Augusto Monterroso, y lo interpretó como nadie.
Día 17. Tallerista: El águila descalza
"Súbita historia", de Black dot
Al famoso literato no le gustaba el dinosaurio de Monterroso: al leerlo sentía que pasaba del principio al fin demasiado pronto. No le daba tiempo para el gozo literario. Se aproximaba, decía, a la experiencia del que tiene relaciones sexuales por primera vez y descubre que es un eyaculador precoz.
Día 18. Tallerista: Carmen Simón
“Brevedad en guerra”, por Malvadisco
Juan Pedro Aparicio y Luis Felipe Lomeli azuzaban a sus respectivos combatientes. "Luis XVI" y "El emigrante" lucharon hasta la muerte. Cuando el campo quedó sin rivales, "El dinosaurio" estaba ahí.
“Reclamo Sáurico”, por Memimero Tui
—Mi diplodocus, le decía en enero; en mayo era su estegosaurio, y en noviembre, su triceratops —dijo Sílfide Larráinzar.
Mostró las cartas de amor, que Augusto escribió a Danubia, y fotografías donde lucían jóvenes y amorosos.
—Reclamo para mi madre su condición de musa. Sin ella, "El Dinosaurio" no existiría. Exijo que su nombre aparezca junto al de ese señor que pudo haber sido mi padre —demandó la mujer en la Feria Internacional del Libro en Comayagua. Su exigencia pasó de largo, los escritores, entusiasmados, firmaban sus obras a los lectores y estos sonreían para las 'selfies'.
Un mes después, la mujer recibió como obsequio un rebaño de ovejas que bala oscuro bajo las nubes córneas.
“La pesadilla más larga del mundo”, por Enigmática
A los microrrelatistas nos aterroriza pensar que, cuando despertemos, todavía estemos ahí, escribiendo mi-ni-miedades-sáuricas.
Día 19. Tallerista: Fernando Pérez-Cárdenas
DESIERTO.
Día 20. Tallerista: José Manuel Ortiz Soto
"Quietud", de Homless
Tras golpearle repetidamente con un palo, confirmó sus sospechas: el dinosaurio, en realidad, lo que estaba era muerto. Incluso antes de empezar a escribir el cuento.
Crupier
11 de November de 2017 / 07:35
11 de November de 2017 / 07:35
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