La lista
Las hermanas Galetti iban juntas a todos lados, menos a misa. Rita prefería la de los sábados a las diecinueve, Magda iba temprano los domingos y Rosa, por la tarde. A la noche, controlaban quién había estado presente y quién no ese fin de semana. Si la Sra. Rossi, por ejemplo -asidua concurrente a la vespertina del sábado- había faltado, Rita constataba con las otras dos si por esa vez había cambiado de horario. En caso negativo, la registraba en la nómina de ausentes. La tarea del lunes era averiguar en la panadería o el almacén si quienes no habían sido vistos por la iglesia estaban enfermos o de viaje. La valiosa información que, según lo prometido por el párroco les garantizaba la puertas del cielo, era volcada en la sacristía a primera hora del martes.
Les costó a las señoritas Galetti abandonar la mantilla y, años después, acostumbrarse a desear la paz al vecino de banco con un apretón de manos. Pero mucho más les afectó, tras la muerte repentina del padre Juan, tener que adaptarse al curita nuevo. Cuando el primer martes fueron, orgullosas, a presentarle su exhaustivo informe, el joven se mostró indiferente ante quiénes habían faltado sin causa justificada. En cambio les aseguró, indignado, que se irían directo al infierno si no dejaban de espiar al prójimo.
Les costó a las señoritas Galetti abandonar la mantilla y, años después, acostumbrarse a desear la paz al vecino de banco con un apretón de manos. Pero mucho más les afectó, tras la muerte repentina del padre Juan, tener que adaptarse al curita nuevo. Cuando el primer martes fueron, orgullosas, a presentarle su exhaustivo informe, el joven se mostró indiferente ante quiénes habían faltado sin causa justificada. En cambio les aseguró, indignado, que se irían directo al infierno si no dejaban de espiar al prójimo.
Telares
06 de June de 2023 / 03:13
06 de June de 2023 / 03:13
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