Considerar esta versión, profe.
Scheherezade
Jorge Luis Borges, al llegar al cielo, preguntó dónde estaba Scheherezade.
-Estimado señor, ella entretiene al jefe para demorar el apocalipsis- dijo San Pedro y agregó:
-Si gusta puede jugar en solitario una partida de ajedrez con piezas indias o romanas frente a un espejo veneciano.
Borges agradeció la oferta y pensó: “Scheherezade, ahora que puedo ver y no soy todo oídos, estás con el demiurgo”.
-¿Dónde está mi Beppo?- dijo Borges.
-El gato está con la cuentista. Ella lo adoptó como mascota.
En ese momento que un grupo de ángeles traía el espejo y la mitad de un tablero de ajedrez, la cuentista salía del cuarto principal a fumar un cigarillo.
-¿Scherehezade?- dijo el escritor al verla.
-Sí, soy yo ¿Borges, el gran cuentista, Borges?
-Sí, querida, soy su fan- dijo con entusiasmo.
-Te necesito, estimado Jorge, quiero que me reemplaces para tomar un poco de aire.
-Mujer, no me considero a su altura- dijo Borges, confundido.
-Sí que lo estás- respondió la cuentista, al tiempo que metió a Borges a la suite presidencial, cerrando la puerta.
Al cabo de dos horas, Scherehezade tocó la puerta y Dios respondió:
-¿Qué quieren?
-Soy yo, mi señor, su cuentista.
-No me molesten, estamos en una conversación, una consulta entre hombres.
San Pedro retiró a la mujer de la puerta, diciendo:
-No te preocupes. Lo bueno que eres la siguiente en la fila.
Al pasar los años, Juan Rulfo, Bukowski (botella de vino en mano), Emerson, Dostoyesvki, le iban robando lugares en la fila a la cuentista persa. Detrás de ella se sumaban Isabel Allende, Louisa May Alcott, Storni, solo mujeres, mientras se oían las carcajadas de Dios y el maullar de Beppo, al lado de la puerta, en el interior de la suite.
Jorge Luis Borges, al llegar al cielo, preguntó dónde estaba Scheherezade.
-Estimado señor, ella entretiene al jefe para demorar el apocalipsis- dijo San Pedro y agregó:
-Si gusta puede jugar en solitario una partida de ajedrez con piezas indias o romanas frente a un espejo veneciano.
Borges agradeció la oferta y pensó: “Scheherezade, ahora que puedo ver y no soy todo oídos, estás con el demiurgo”.
-¿Dónde está mi Beppo?- dijo Borges.
-El gato está con la cuentista. Ella lo adoptó como mascota.
En ese momento que un grupo de ángeles traía el espejo y la mitad de un tablero de ajedrez, la cuentista salía del cuarto principal a fumar un cigarillo.
-¿Scherehezade?- dijo el escritor al verla.
-Sí, soy yo ¿Borges, el gran cuentista, Borges?
-Sí, querida, soy su fan- dijo con entusiasmo.
-Te necesito, estimado Jorge, quiero que me reemplaces para tomar un poco de aire.
-Mujer, no me considero a su altura- dijo Borges, confundido.
-Sí que lo estás- respondió la cuentista, al tiempo que metió a Borges a la suite presidencial, cerrando la puerta.
Al cabo de dos horas, Scherehezade tocó la puerta y Dios respondió:
-¿Qué quieren?
-Soy yo, mi señor, su cuentista.
-No me molesten, estamos en una conversación, una consulta entre hombres.
San Pedro retiró a la mujer de la puerta, diciendo:
-No te preocupes. Lo bueno que eres la siguiente en la fila.
Al pasar los años, Juan Rulfo, Bukowski (botella de vino en mano), Emerson, Dostoyesvki, le iban robando lugares en la fila a la cuentista persa. Detrás de ella se sumaban Isabel Allende, Louisa May Alcott, Storni, solo mujeres, mientras se oían las carcajadas de Dios y el maullar de Beppo, al lado de la puerta, en el interior de la suite.
Héctor
14 de March de 2023 / 16:59
14 de March de 2023 / 16:59
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