A pesar de sentirse femenina, ellos utilizaban pronombres y artículos masculinos para referirse a ella. Decían: “el mar ahogó a nuestros hijos”, “el mar destruyó las embarcaciones”, “el mar es cruel”, cuando sería tan fácil agradecer con un “la mar es una madre amorosa”. No veían toda la vida que rebosaba en su vientre y con la cual se llenaban las redes de pesca. Les daría una lección que iba a dejar en claro su femineidad.
De sus profundidades, emergió un líquido que hizo huir a los peces y exclamar a los pescadores; “La mar está enferma, como una mujer”, al ver aproximarse, sobre la superficie marina, a la marea roja.