Cuando éramos niños, Suzana y yo, jugábamos al sapo y a la princesa. Ella se disfrazaba con los ornamentos propicios de la realeza, y yo, vestía un traje barato de anfibio: una toalla, playera, cualquier trapo verde que me cubriera de la cabeza a la espalda, era suficiente indumentaria para hacer una representación fidedigna de mi personaje, ya que sus padres,los doctores del pueblo, gozaban de solvencia financiera. Yo me introducía en un cubo de plástico lleno de agua con tierra para simular una charca, esperando con locura, el besito de su alteza que me convertiría en su príncipe. Con los años, la enviaron a estudiar al extranjero. Dos décadas después, al vernos de nuevo, me dijo:
—¿Qué te pasó?
—¿No entiendo la pregunta?— respondí.
—¡Ya no eres aquel niño bonito!— dijo, en tono de sorpresa.
Con algo de vergüenza, contesté:
—Con un beso tuyo, volveré a ser tu querido de antes.
—No lo creo. Eso te costará muchísimo dinero— dijo, y concluyó:-Soy cirujano plástico.
Dio media vuelta y se desvaneció de mi vida, como suelen hacerlo las niñas que, con el tiempo, se transforman en brujas.
Héctor
04 de September de 2022 / 22:57
El charco azul 04 de September de 2022 / 22:57
Héctor
Taller 07 de September de 2022 / 09:37
Marcial Fernández
Perfecto, Marcial 11 de September de 2022 / 15:56
Héctor
 

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