Estoy de acuerdo, Héctor. Quizá sería bueno que se desarrollara más la intención de la propuesta. Una cosa es escribir sobre “algo”, y otra muy distinta, que ese “algo” aparezca en el escrito.
Con permiso, tomo una antigua minificción de mi autoría que viene bien como ejemplo. La compararé con algo que se me ocurra ahora, con la intención de mostrar la diferencia.

1. La soledad nunca pudo instalarse en su espíritu. Fuerte él, peleó contra el obstáculo que ya le acompañara desde niño y que apenas recuerda: aquel desgraciado accidente, el grito de su madre, las batas de los médicos que adivinaba blancas, la aguja de un gotero en el brazo…, pero no hubo derrota. Ánimo y tesón fueron sus aliados en la empresa de comerse la vida a través de unos dedos se la cuentan.
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Aquí, narro que un niño perdió el sentido de la vista y se las apaño bien. Podíamos titularla “Braille” para justificar más las propuesta. También podemos cambiar el final y decir “ayudado por un robot que traza sus pasos”. ¿Serviría para una consigna que rezará “el poder de la voluntad”, o, “tecnología amiga”, por ejemplo? Tendríamos un “comodín’. Añadiendo o cambiando una palabra, una frase o un cierre, nos serviría para cualquier mes.

El texto de abajo es menos narrativo, pero a través de una descripción más ajustada al tema, con "los sentidos" como leitmotiv, queda relatada una historia. Son distintos enfoques.
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2.
Leía palabras de terciopelo, labios tibios, atardeceres húmedos, relieves de sonrisas, lágrimas que se disipaban en texturas de tristeza..., y las sensaciones se hacían pensamientos y los pensamientos imágenes, y cuando había llenado su mundo oscuro con vivencias de otros, las pupilas de sus dedos, cansadas, se deslizaban sobre la última línea de una página secreta.