Percibió una presencia maligna en cuanto llegó a aquel sitio extraño después del estallido en su camino a casa. Mientras la cabeza le daba vueltas,  el tiempo corría de prisa o despacio, como si lo hiciera a empellones. En ocasiones retrocedía o se atascaba en bucles interminables. Cuando se acostumbró a la penumbra y el barullo, pudo distinguir a los cronobios, aquellos siniestros parásitos que viven gracias a su habilidad de alterar la noción del tiempo y la realidad. La lucha fue encarnizada desde ese instante y, en varias ocasiones, se vio al borde de la muerte, al lado de lánguidos cadáveres de relojes sacados de una obra de Dalí. Le preocupaba no poder salir de ese lugar y verse impedido de llegar a tiempo a la graduación de su hijo, que había terminado la preparatoria.

A la mañana siguiente, se supo victorioso cuando despertó y el médico le dio la bienvenida al mundo de los vivos, después de haber estado en coma.
—No sabes cómo me alegra tenerte de regreso, papá —añadió el galeno con una amplia sonrisa antes de abrazarlo. 
Pitágoras
03 de April de 2022 / 15:36
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Jorge, disculpa la falta de respuesta 04 de May de 2022 / 21:42
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Jorge Oropeza
 

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