El androide salió a la puerta a recibir la enorme caja que entregó el servicio de paquetería. Visiblemente alterado, se presentó de inmediato ante la familia que se hallaba reunida en la estancia, provisto de un destornillador y unas pinzas. Habló de sus incontables años de servicio, de cuánto nos amaba y, al terminar, pidió que le practicásemos la eutanasia. Todos estuvimos en desacuerdo, y con palabras cariñosas de aliento intentamos darle ánimos. Entonces fue hasta el panel de fusibles de la casa, lo abrió y puso sus manos sobre los cables. "Es más digno morir que ser arrojado a la basura cuando ya no sirves" exclamó entre chispas, metal derretido y el olor característico de plástico quemado.