El camaleón (Favor de tomar esta versión en consideración)
Cuando Hal Croves se presentó como el agente de B. Traven en el set de filmación de El tesoro de la Sierra Madre, una de sus más famosas obras, a nadie le pareció extraño. Él representaba a un hombre reservado que nunca dio la cara ni buscó los reflectores y que protegió su vida e identidad por razones que solo él conocía, aun después de morir.
¿Era Ret Marut, el anarquista condenado a muerte que huyó de Alemania en los años veinte? ¿Sería aquel Traven Torsvan, que llegó a México desde Chicago? ¿Era Otto Feige o Mauricio Rathenau? ¿Acaso Hugo Krontahl?
Solo a quien afirmó: “Lo importante de un escritor son sus libros, no su vida”, se le habría ocurrido hacer de la suya una novela tan intensa, misteriosa y llena de anécdotas, como su obra, asumir tantas identidades, convertirse en sus propios personajes y matar, en algún momento a Ret Marut quien, se supone, era él mismo, y a la vez, permanecer a la sombra. Hablar de ese personaje, casi mitológico, que se inventó a sí mismo, es entrar en un territorio lleno de secretos, en el terreno de lo incierto, en la vida de quien, en El barco de la muerte, dijo: “Mi patria queda en el lugar en el que yo esté y en el que nadie quiera saber quién soy, ni qué estoy haciendo, ni de dónde soy: esa es mi patria, mi tierra”; del mismo que se hacía llamar Hal Croves, de aquel B. Traven cuya obra es la única prueba de que realmente existió.
¿Era Ret Marut, el anarquista condenado a muerte que huyó de Alemania en los años veinte? ¿Sería aquel Traven Torsvan, que llegó a México desde Chicago? ¿Era Otto Feige o Mauricio Rathenau? ¿Acaso Hugo Krontahl?
Solo a quien afirmó: “Lo importante de un escritor son sus libros, no su vida”, se le habría ocurrido hacer de la suya una novela tan intensa, misteriosa y llena de anécdotas, como su obra, asumir tantas identidades, convertirse en sus propios personajes y matar, en algún momento a Ret Marut quien, se supone, era él mismo, y a la vez, permanecer a la sombra. Hablar de ese personaje, casi mitológico, que se inventó a sí mismo, es entrar en un territorio lleno de secretos, en el terreno de lo incierto, en la vida de quien, en El barco de la muerte, dijo: “Mi patria queda en el lugar en el que yo esté y en el que nadie quiera saber quién soy, ni qué estoy haciendo, ni de dónde soy: esa es mi patria, mi tierra”; del mismo que se hacía llamar Hal Croves, de aquel B. Traven cuya obra es la única prueba de que realmente existió.
Pseudónimo
13 de November de 2021 / 17:46
13 de November de 2021 / 17:46
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