El hallazgo fue esperado por todos los presentes, pero esa falta de misterio no disminuyó en nada el impacto emocional que sufrieron. Ninguna mirada se posaba sobre el pequeño cadáver, o lo que quedaba de el, no por respeto ni falta de curiosidad, sino por un miedo profundo, casi instintivo, que les rogaba no ver el resultado final de la debilidad humana para salvación de su propia cordura.

-Co co- Se escuchó balbucear de repente desde una esquina. Una figura esquelética, sin piernas ni brazos, se retorcía como espantosa lombriz.

-Co co co- La falta de lengua y labios le dificultaban la pronunciación. Unos cabellos enmarañados cubrían en parte dos cuencas vacías.

-Co cooo- Aquella criatura, quien fuera una madre en mejores tiempos, llegó a rastras para seguir devorando al fruto de sus entrañas, a falta de más partes de su cuerpo. Y lo hizo en soledad, pues era ya un tiempo largo desde que los estudiosos habían huido de aquel fascinante abismo. En el suelo, algún aterrado doctor dejó abandonada la ficha médica. Se leía “Curada. Ya no repite la palabra comida”.