En su biblioteca, que ocupaba el ala oeste de su mansión enclavada en la mitad de un bosque, tenía todas las obras de H.P. Lovecraft, Edgar Allan Poe, Stephen King, Bram Stoker, Mary Shelley, Fritz Leiber y muchos autores más del género de terror. Se jactaba de haberlos leído todos y de que no existía absolutamente nada en este mundo que pudiera aterrarle. Su vida transcurría en la paz y armonía que brindan un sólido patrimonio, el aire puro y su despreocupada soltería, hasta el momento en que descubrió que un fino polvo blanco caía de las vigas del techo, que brotaban gusanos y moho de los muros y que su casa estaba invadida por termitas y polillas. Esa misma noche, surgieron cuatro tentáculos de las paredes, lo apresaron hasta casi asfixiarlo mientras las criaturas de todos sus libros cobraban vida, exigiéndole que hiciera algo para detener esa masacre, además de demandarle una indemnización por daño sicológico. En ese momento creyó entender el significado del horror y, mientras limpiaba el vómito y otras secreciones liberadas durante el trance, comprendió que toda circunstancia amerita siempre una excepción.
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16 de November de 2020 / 10:52
El colapso de la mansión Usher 16 de November de 2020 / 10:52
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COMENTARIO - TALLER 17 de November de 2020 / 12:58
José M. Nuévalos
 

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