Fueron por la adolescente que estaba recluida en una gruta desde la primera menstruación para preservar su pureza de los apetitos mortales. Alimentada con leche de cabra y huevos de paloma albur para resaltar su blancura, los pechos de la virgen eran como lágrimas de luna que se bamboleaban al compás de los tambores rumbo a la isla donde yacía la gran deidad Acatell. Atada a un lecho de hojas de palmera, la chica aguardaba a que el Dios la tomara como esposa y, en pago, su gente dejara de sufrir terremotos. A la mañana siguiente, la tribu celebró la prueba de su virginidad. En un involuntario movimiento del pulgar durante el sueño eterno, aquella monstruosidad redujo el cuerpo de la joven a una mancha sanguinolenta.
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08 de November de 2020 / 17:52
El horror dormido en las Islas de la Locura 08 de November de 2020 / 17:52
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Taller 17 de November de 2020 / 17:54
Jorge Oropeza
Respuesta al taller 02 de December de 2020 / 00:30
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Taller 02 de December de 2020 / 02:23
Jorge Oropeza
 

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