Borges en el diván
Eran mis miedos y fobias lo que la visión me develaba. Mi ignorancia consciente y aquello que no quería saber; lo que no imaginaba querer, lo que temía desear. Eran la desidia y la indolencia que me habían impedido ser lo que pude haber sido; la frustración por el hubiera, ese verdugo tenaz y obstinado. Era el yo –ese ser y no ser tan familiar y omnipresente, tan cuestionado– que busca su destino. Eran pasado, presente y futuro fundidos en una trinidad inquebrantable. Todo a la vez. Era la vereda que me conducía, sin remedio –a través de un laberinto tapizado con espejos y ventanas, con puertas abiertas, ocluidas y otras apenas entornadas–, al interior de la colmena donde se maduran las mieles de orgullos y triunfos pírricos de nuestra existencia finita. La vida y la muerte, en guerra y amasiato. Era el universo lo que el Aleph me revelaba: la precisión del caos y la magnitud del infinito. Era la probabilidad de lo imposible; la grandeza de la nada y lo fugaz de la eternidad, tan efímera como la inspiración que me hizo ver aquel prodigio.
Pitágoras
03 de October de 2020 / 22:26
03 de October de 2020 / 22:26
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