Cuando nuestras madres dormían, aprovechábamos para adentrarnos en el bosque.
Buscando refugio de árbol en árbol, recorríamos los senderos, temerosas de que de repente él se apareciera desde la lobreguez. No obstante, nuestros corazones exaltados, esperaban con ansias ese encuentro.
Nunca lo llegamos a ver.
Hoy en día, cuando me deslizo impávida por las calles de la ciudad, a veces, a la vuelta de una esquina, me parece que percibo una sombra lustrosa y peluda. Entonces aminoro la marcha, con el deseo presto, aún.
La ausente
19 de September de 2020 / 02:34
A la hora de la siesta 19 de September de 2020 / 02:34
La ausente
Taller 19 de September de 2020 / 14:42
Elisa A.
 

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