Bajo la influencia de todo aquello que puede nutrir la imaginación, el idealismo y la valentía de un niño de seis años, desde comics, la televisión y películas, hasta pláticas de mayores, tomó su disfraz de súper-héroe, una espada láser, su coche eléctrico y, en compañía de Pancho, su perro, salió, espada en ristre, dispuesto a desfacer ese entuerto llamado virus en el jardín de la casa. Antes, como recomiendan en la tele, se lavó las manos y se colocó un cubrebocas por precaución.