Con una prosa poética dura, sorda, punzante, Aniela Rodríguez debuta como cuentista con El confeccionador de deseos, un libro en que las historias no son lo que al principio parecen. Con un ritmo peculiar, al borde de la pesadilla intelectual o emocional, la autora se adentra en las pasiones y misterios del ser humano en su relación con el otro, ata y desata los móviles, miedos y apetitos de los personajes más disímbolos, y aleja del lugar común lo mismo a una puta que a una mujer embarazada, a una ninfómana que a una adultera, a parejas de extraños que se convierten en la metáfora sórdida de la vida cotidiana, de los fantasmas que nunca desaparecen, pues son niños que juegan a convertirse en Guillermo Tell u hombres con sueños delirantes, en los que la insatisfacción satisface sus deseos.
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