El signo distintivo de los cuentos de Juan Marcelino Ruiz es el humor. Del Aleph a Guernica, primer libro de narrativa de un autor asombroso, profesor de primaria en el norte del país, se mueve entre lo imposible y lo posible, entre lo ficticio y la no-ficción, para adentrarse en el relato de corte fantástico, histórico, urbano, rural, autobiográfico, crónica de viaje a la vez que remembranza de infancia, éxodo continuo en el que los personajes –no más extraños que el lector o el escritor de estas líneas; no más extraños que el padre de familia, la prostituta, el vendedor, el académico, el artista, el campesino, la mantenida, el cura o el sodomita, entre otros–, quedan al desnudo en un mundo de ilusiones perdidas, deseos insatisfechos, bajos fondos y posiciones seguras, marcados para siempre en un estatus que, más que divertido, suele ser agridulce, irónico, cruel, en el que las verdades, sumergidas en un finísimo lente de aumento, saltan a la vista dentro de la mejor tradición humorística de la literatura mexicana.
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