–Oigo, luego existo –, se dijo la oreja un día. Sin embargo, no era nadie, ni se hablaba de ella mientras estuviera a su lado.

Aquella noche, al separarse de él y dejar de oír y existir, fue cuando cobraba vida propia, para comenzar a ser alguien. Al poco tiempo, el mundo oyó de ella y supo de su existencia. Él también salió del anonimato.
Melón
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