El lector, movido por la curiosidad, abre la página y busca. Sus ojos recorren letras, palabras y oraciones que describen escenarios y narran historias, desde hilarantes o sorpresivas hasta las que invitan a la reflexión. A través de su lectura va dibujándose la figura del personaje –un famoso pintor del siglo XIX– de quien hablan esos relatos. Los trazos son cada vez más definidos, hasta que, de pronto, aparece él con nitidez ante sus ojos y cree identificarlo en uno de sus autorretratos. En ese momento, el leyente se ve sorprendido cuando la imagen cobra vida, voltea, saca la cabeza fuera del texto, lo mira a los ojos y de su boca sale una voz angustiosa que le pregunta justamente a usted, amiga o amigo que lee esto: ¿alguien ha visto mi oreja por ahí?