Días después de la catástrofe, Nancy, una joven negra deambula entre la pestilencia de miles de cadáveres putrefactos y escombros. El destino hace que encuentre a un hombre blanco hurgando en las ruinas de una bodega de alimentos enlatados. Al percatarse de que son los únicos sobrevivientes en cientos de kilómetros a la redonda, entienden que deberán prestarse ayuda y apoyarse. A pesar del desprecio que Jack siente por la gente de color y la desconfianza de ella hacia los supremacistas blancos, intuyen que el futuro de la humanidad podría depender de ellos y su capacidad para entenderse.

Tres años después, los efectos de la radiación provocan que ella muera. Imperturbable, Jack cava una fosa y deposita el cuerpo. Mientras lo cubre, una lágrima humedece la tierra que acaba de palear. A su lado, el llanto de dos infantes lo distrae de la faena.