El virus llegó y la libertad se fue. ¿Saben acaso lo que es para un pacífico paquidermo tener que pasar un domingo entero encerrado en este zoológico, rodeado de fieras, aves exóticas, lobos y tigres?

Después de haber visto tres películas, repasado cinco videojuegos , haber roto ya dos vidrios con la pelota y mis nervios con sus gritos, no hay forma de aplacar a las fieras que van de los doce a los cuatro años y arañan ya las paredes de su nuevo encierro. El parloteo de las aves exóticas –mi suegra y su hija–, quien casualmente es mi esposa, no paran de discutir a gritos, dejar de hablarse un rato para atosigarme a mí, su villano favorito, para luego reconciliarse y terminar fundidas en un abrazo que, al no poder ser físico, tiene que ser virtual y por lo tanto, más falso que un billete de tres pesos. Cinco minutos después, la película se rebobina y vuelve a comenzar.

Hasta los dos perros y la pareja de gatos han roto el pacto de civilidad que se había logrado entre ellos gracias al alboroto circundante y se comportan como lobos y tigres. Como sea, he logrado sobrevivir este primer día de confinamiento, pero faltan trece cabalísticos días, o más. Mientras tomo una taza de té y un calmante para los nervios y pienso en una estrategia para escapar de aquí, un fuerte acceso de tos al tragar mal parece haberme dado la respuesta.
Murata
23 de March de 2020 / 03:00
Domingo de encierro 23 de March de 2020 / 03:00
Murata
Muy actual 23 de March de 2020 / 11:16
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