Mónica es una mujer celosa, de lo único que me da permiso es de ir a trabajar y regresar a casa, la única vez que quise salir con mis amigos me abofeteó tan duro que aún ahora me duele; tampoco puedo hablar con mujeres, y mucho menos besarlas, ella dice que el día en que mis labios tocaran otros que no fueran los suyos me asesinaría. Cada día María me ordena que espere a comer solo lo que ella prepara, y yo a todo digo que sí. Hasta hoy, que al salir del trabajo una mujer hermosa me pidió la caminara a casa, sabía que María intentaría matarme a bofetadas, pero los ojos brillantes de la mujer me convencieron de hacerlo de cualquier manera. Al llegar a casa, María estaba echando fuego, preguntó si había comido y yo dije sí, me abofeteó; preguntó si había mujeres: dije sí, me abofeteó de nuevo y preguntó si me había gustado: respondí sí y ella gritó "¡Arrodíllate y suplícame te perdone, que te mato, maldito!" Sabía que estaba furiosa, ella no decía groserías, pero dije que no, por primera vez; María tomó un cuchillo y lo lanzó sin fuerzas, lo tomé del piso frente a mí y lo enterré en su estómago, la vi caer a mis pies ensangrentando la alfombra, con la mirada perdida; acaricié su cabeza hasta su último aliento, así no murió sola, entonces decidí venir, doctora, porque no sentí nada al ver morir a mi madre.
Renée Orozco
07 de February de 2020 / 17:27
De la casa al encierro 07 de February de 2020 / 17:27
Renée Orozco
Taller 08 de February de 2020 / 13:19
SAPO
 

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