La flama danza en la punta de la antorcha. La mano que la sostiene en alto suda. Nace de un bazo firme y sigue las ordenes de una cabeza que no sabe si lo que está a punto de hacer es por inercia o por resentimiento. Se encontró ahí, de pronto, plantado en la tierra como un árbol que alguien hubiese trasplantado a un lugar y un momento lleno de violencia y rencor. El olor a humedad emana de la selva, El silencio roto por el grillar que se alza de la yerba verde, el odio repta, se enreda en las piernas y trepa como enredadera, asfixia la razón, nubla los sentimientos y dirige esa mano que sostiene el fuego luminoso e incendia la choza con su esposa y su compadre adentro.