Me encanta el juego. Apostar e ir por la vida con la adrenalina a flor de piel. El casino es mi refugio. Cuando logro hacer cantar a las máquinas soy el centro de todos: las risas, los aplausos, esa euforia que acelera el corazón, ¡me encanta!

Vuelvo a casa con los bolsillos rebosantes de dinero. Cierro la puerta tras de mí… y nadie me recibe. El canario tiene muerto semanas en su jaula; el gato se mudó con la vecina y en la mesita de centro, junto a mi revólver, los papeles del divorcio esperan mi firma.

Me sirvo un trago, juego con el cilindro del arma para después llevarlo a mi cabeza. Cierro los ojos y jalo el gatillo.

Click.

¡Sí! Yo gano.