Al abordar el avión, encontró sentada a un costado suyo a aquella mujer cuyo lenguaje no lograba entender, hizo un par de comentarios que se estrellaron en el silencio de él. —No comprendo —trato de componer para no parecer mal educado.
Ella ni se inmuto. Volvió a la carga con cosas inentendibles que remató con una sonrisa de dientes blancos y perfectos. Era Grande de edad.
Pensó que en ese nuevo país la gente seria amable; que pronto aprendería el idioma, que no sería demasiado frio, como otros decían, que se adaptaría muy rápido.
Por fin pudo pasar migración y los rostros serios, quizás hasta agresivos, de los agentes que procesaron sus papeles. Camino por las entrañas del aeropuerto hasta que por fin pudo salir de ahí.
Todo era diferente, los autos, la ropa, la gente y la comida. Igual me pude haber ido a Marte, pensó. caminó debajo de la nevisca mientras trataba de explicar, en una lengua que no era la suya, a un hombre que no entendía ni mierda que necesitaba un puto taxi.