Después de ver de lo que era capaz un mago famoso cuando yo era un niño, quedé muy desilusionado. Ese hombre debería haber tomado clases con mi mamá. Ella podía conducir a la vez que maquillarse, hablar por teléfono y repasar la lección mientras nos llevaba a la escuela; ir a trabajar, pasar al supermercado, hacer la comida, limpiar y arreglar la casa, ver la televisión, llevarnos al cine y al parque, lavar y planchar la ropa, y todavía le sobraba tiempo para jugar, ayudarnos con las tareas de la escuela y contar cuentos. Aparte de convertirse en Santa Claus en las Navidades, de algún lugar sacaba ropa, zapatos, útiles escolares, medicinas, pasteles de cumpleaños, helados, dulces y regalos. Además, era carpintera, pintora, maestra, doctora y adivina, porque siempre sabía dónde y qué estábamos haciendo y nos descubría cuando le decíamos mentiras. Como nunca tuvimos papá, mis hermanos y yo creímos siempre que nos había sacado de una chistera en uno más de sus increíbles actos de magia.
Apóstrofe
12 de December de 2016 / 02:21
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carlos bortoni
 

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